Feb 11, 2012

ARTE Y MODA, ESE EXTRAÑO MATRIMONIO


Obra de Ouattara Watts. Foto: Billy Farrell agency.

El día en que Jean-Michel Basquiat murió de sobredosis, su amigo el pintor Ouattara Watts le esperaba en el aeropuerto con un billete de avión. Hacía semanas que preparaban un viaje juntos a Costa de Marfil. Watts había exhortado a Basquiat a dar el paso definitivo, desengancharse de la heroína, y como hacen los buenos amigos, le había ofrecido ayuda, en este caso su casa, a muchos kilómetros de Nueva York, en el continente que abandonó de adolescente para abrirse camino en París. Pero Basquiat nunca llegó a tomar ese avión, el caballo fue más rápido y se lo llevó en volandas con 27 años, la edad maldita.

Ouattara Watts. Foto: Billy Farrell Agency.

Watts tenía entonces 30 años. Era un pintor recién llegado a Nueva York al que Basquiat había conocido unos años antes en París y con el que entabló una fuerte amistad. ¿Cuántas historias hay así, de amigos que se ayudan a dar grandes o pequeños pasos en la vida? "Vente a Nueva York, yo te apoyaré" le dijo Basquiat. Ouattara lo hizo y consiguió su primera exposición en la ciudad precisamente en Vrej Baghoomian, una de las galerías que por aquel entonces se rifaban a Basquiat y que según cuenta la leyenda, le abrió las puertas a Ouattara precisamente a petición del pintor neoyorquino.

Camareros listos para la inauguración de Ouattara Watts.
(Ver para creer). Foto: Billy Farrell Agency.

Por aquel entonces Basquiat era ya una celebridad en lucha por no ser fagocitada por su éxito y sus inauguraciones atraían a toda la comunidad artística neoyorquina, en la que se mezclaban, de forma natural, personajes célebres y no tan célebres de todos los sectores de la música, el cine, la moda y las artes plásticas. Aún no existía la tiranía de las empresas de relaciones públicas, que ya comenzaban a emerger pero aún carecían del poder absoluto que hoy tienen. Digamos que la vida fluía con más naturalidad, entre otras cosas porque el mundo del famoseo aún no se había convertido en el desmesurado negocio comercial que es hoy. (Para entendernos, en la puerta aún no había tres macizas en minifalda con una lista para controlar el acceso a las inauguraciones).

Dos obras de Ouattara Watts. Foto: Billy Farrell Agency.

A finales de los ochenta el mundo de la moda y el del arte mantenían buenas relaciones -Warhol ayudó mucho- pero aún no se habían convertido en matrimonio. Hoy en cambio, el intercambio de anillos entre ambos sectores produce eventos como los que estos días, con motivo de la Semana de la Moda, inundan Nueva York y que a mi me desconciertan: exposiciones con un millar de invitados que no tienen ni idea de quien es el artista que inaugura pero que acuden a ver y dejarse ver como el que va a un club de moda porque así lo dice el guión de la socialización (o el negocio).

Inauguración de Vertigo, de Ouattara Watts, el pasado martes.
Foto Billy Farrell Agency.

El pasado martes Ouattara Watts, un artista al que conozco y aprecio desde hace años, se convirtió en el protagonista de uno de esos extraños eventos. La inauguración de su exposición Vértigo, organizada por el nuevo prototipo de galerista de moda, Vladimir Restoin Roitfeld, de 27 años, era el sitio en el que había que estar en Nueva York esa noche si eras alguien. Horas antes de la inauguración, en mi buzón ya había un email (de una gran agencia de relaciones públicas) con una lista de los 300 famosos que habían confirmado su asistencia a la exposición. Organizada en un espacio de los que se conocen como pop-up galleries (galerías temporales que ocupan durante una o dos semanas espacios industriales en ciudades como Nueva York, Londres o París) Vladimir Restoin Roitfeld, hijo de la poderosa ex directora de Vogue Francia Caterine Roitfeld, (y apadrinado por Mario Testino) obtenía así un golazo: convertir la inauguración de este artista reconocido por la crítica pero aún no célebre 'a lo Damien Hirst', en uno de los eventos estrella de la Semana de la Moda, que quedaba así oficialmente inaugurada.

Hacía tiempo que no veía tanta gente guapa junta, claro que tampoco soy muy adicta a los encuentros 'de moda'. En la sala se entraba -previa demostración de tu presencia en la lista- a través de un angosto pasillo oscuro que desembocaba en un loft gigantesco donde te encontrabas con una jauría humana de famosos y pseudofamosos, decenas de modelos rusas impresionantes con sus escotes envueltos en pieles y chicos elegantísimos e inexpresivamente guapos sorbiendo vino 'de a poquito' como para salir bien en la foto. La exclamación generalizada era "Vaya fiestón, póngame otra copa", nada de "Uf, qué bonito cuadro". "Ah pero... ¿esto es una inauguración?" escuché preguntar a un chico muy moderno.

Vladimir Restoin Roitfeld. Foto: Billy Farrell Agency

Con la ayuda de todos esos nombres de la moda alrededor de los que se crió, y con el músculo que da el poder contratar una agencia de relaciones públicas que te garantiza la atención mediática necesaria -y los invitados mediáticos apropiados- el joven Vladimir aspiraba así a que Ouattara se convirtiera en objeto de deseo (de coleccionistas). Que es, en última instancia, a lo que debería aspirar un galerista. Parece claro que las estrategias comerciales han cambiado, aunque no estoy aún segura de los resultados. Le preguntaré a Ouattara.

Él es un pintor con mucho talento pero eso no siempre basta para conseguir el reconocimiento profesional. El timing es fundamental. Estar en el sitio justo en el momento justo. Así conoció a Basquiat, que tanto le ayudó pero luego tuvo que seguir peleando duro por labrarse una carrera y creo que a sus 54 años su talento está probado.

No sé los detalles sobre cómo ha llegado a unirse al pequeño Roitfeld pero esa extraña inauguración, que en cierto modo parecía una versión actualizada a los tiempos (y a las listas) de las inauguraciones de Basquiat, también ofrecía, para quien quisiera mirar, la posibilidad de ver una quincena de grandes lienzos neo expresionistas con las últimas creaciones de Ouattara Watts. De momento aún pintor, no celebridad. (Puede verse hasta el 19 de febrero en el 560 de Washington St, NY).

Normalmente son precisamente quienes carecen de talento los que suelen beneficiarse de las modas y el dinero. Outtara Watts podría ser la excepción a la regla. "Mil invitados" decía un email que me llegó más tarde. Me pregunto cuántos recordarán hoy su nombre o sus obras. Pero apuesto a que alguno, en el fulgor de la glamurosa fiesta, proclamó que compraría un cuadro. De ahí al estrellato solo hay un paso. Basquiat no lo resistió. Apuesto a que su amigo, con la sabiduría que dan los años, se reirá de todo el proceso cuando sea viejo.

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