Aviso para navegantes: es un post largo que publico porque varios compañeros de profesión me lo han pedido. A los periodistas y a los cineastas quizás les interese, al resto quizás no tanto, pero aquí quedan estas palabras que dije hoy arropada por gente a la que quiero mucho en la cariñosa entrega del V Premio Paco Rabal de Periodismo Cultural que concede la fundación AISGE, la primera institución española que tomó la iniciativa de crear unos premios dedicados al periodismo cultural:
Este premio lleva el nombre de Paco Rabal, un magnífico actor al que no tuve el placer de conocer personalmente pero cuyas películas marcaron la infancia de toda mi generación, la última que creció con televisiones en blanco y negro, donde el abstracto y mediatizado concepto de glamour que hoy lo invade todo quedaba muy lejos. Un actor que pertenecía al mundo de lo que entonces en España se llamaban los cómicos, esos a los que Javier Bardem les dedicó su oscar, proclamando ante Hollywood el orgullo y la dignidad del oficio. Ni mi generación ni las sucesivas han conocido a los cómicos. Nosotros hemos aprendido a llamarles 'celebridades'.
Recuerdo que al poco de llegar a Nueva York, trabajando para un periódico regional español, me propusieron que escribiera una columna rosa dedicada precisamente a las noticias sobre las celebridades de Hollywood. No querían artículos sobre su trabajo sino sobre su vida privada, sus romances, sus kilos de más…Yo, muy digna, la rechacé y les dije que mientras no necesitara hacerlo por cuestiones económicas, prefería evitarlo. Años después, cuando comencé a colaborar para otro periódico, resultó que la sección de gente estaba creciendo y tomando protagonismo y mi economía, que no era precisamente boyante, no me permitió elegir.
Por un lado no puedo quejarme. Gracias a mis colaboraciones con periódicos y revistas he entrevistado a artistas fantásticos. Otras veces, en cambio, escribo sobre divorcios y kilos de más para esos mismos medios y lo digo con todo el cariño para quien me lo encarga, ya que en parte me da de comer. Porque lo crean o no, hoy los periodistas cobramos precios decentes por publicar en la sección de gente de un diario pero precios irrisorios por publicar en la de cultura o internacional, creando así una jerarquía económica que te obliga a preguntarte por qué un divorcio entre estrellas o una foto en bikini se paga bien y pasarte días mojado bajo un huracán, siguiendo el proceso creativo de un artista o tratando de entender y contar por qué un país se echa a las calles pidiendo una vida digna no te da ni para tabaco.
Me gustaría contaros cómo nació el post de este blog que el jurado ha decidido premiar (GRACIAS!).
Cuando viajé a Los Angeles para la entrega de los oscar no iba para escribir de cine, ni enviada por un periódico, ni tampoco iba a escribir para mi blog. Yo en realidad iba a escribir para una revista del corazón. Su director me había propuesto que hiciera una crónica “de glamour y vestidos” pero claro, cuando no escribes para la prensa rosa, lo miras con recelo así que, tras asegurarme de que no querían nada irrespetuoso y que sólo les interesaba una crónica sobre glamour, actrices y lo guapa que iba a estar Penélope, acepté. En el fondo era la misma crónica que podría haber publicado en la sección de gente de cualquier periódico de cualquier parte del planeta y dada la difícil situación económica por la que atravesamos hoy los periodistas freelance, decidí aceptar, pese a mis dudas (y además pagaban muy bien!). Supongo que son las mismas que asaltan a un actor cuando le ofrecen un guión que no le convence pero tiene que llegar a fin de mes.
Y fue al terminar de escribir aquella crónica cuando decidí contar en mi propio blog, por el puro placer de hacerlo, la historia que a mí realmente me había fascinado aquella noche: la de los party crashers de la fiesta de Vanity Fair, gente obsesionada con la fama hasta tal punto que es capaz de saltar de un tejado a otro para colarse en una fiesta de celebridades y salir en la foto. Era el público, como ha subrayado Asunción Balaguer, ése que a veces está tan loco que no deja vivir a los actores, pero sin el que, por otro lado, ellos tampoco podrían vivir.
Pero algo va mal en la industria de la prensa cuando los periodistas especializados en cultura nos vemos obligados a publicar en la prensa del corazón para llegar a fin de mes. Aunque seguramente la verdadera señal de alarma respecto a la situación por la que atraviesa la prensa tradicional esté quizás en que estos premios se los hayan dado a un artículo publicado en un blog y a otro publicado en una revista independiente como en la que firma Felipe Santos, (ganador del accésit) aunque eso SÍ sea una muy buena noticia para los periodistas. Muchos de nosotros hemos optado por buscar en ese tipo de plataformas la voz que en muchos casos cada vez nos cuesta más desarrollar en la prensa tradicional, donde el temor a perder lectores está llevando a cederle espacio a noticias que tradicionalmente estaban reservadas a otro tipo de prensa y eso hace que quede menos espacio y recursos para noticias que antes uno sí encontraba en los periódicos. Porque aunque Internet es infinito, el presupuesto de los medios no lo es, y en su intento por sobrevivir a su propia crisis, han cambiado sus prioridades.
Y supongo que por eso nacen plataformas de información independiente donde hoy se encuentran noticias de las que apenas se habla en otros medios. Incluso en los periódicos, los periodistas utilizan sus blogs para contar noticias que no pueden publicar como tales porque no hay sitio. Lo extraordinario es que eso también significa que hay esperanza para esta profesión, porque los periodistas como individuos no han tirado la toalla, aunque desde lo alto de la industria parezca claramente que sí. El problema ahora es cómo encontrar la forma para sobrevivir económicamente.
La mayoría de los periodistas amamos nuestra profesión. Nuestro guión es la realidad, y estamos enganchados a ella, y nos gusta tratar de entender lo que vemos y contar lo que importa. El problema es que en el periodismo cultural el lugar de lo que importa hace tiempo que lo ha ocupado el dinero. En Estados Unidos entrevistamos a muchos actores porque las grandes distribuidoras ofrecen fotos fabulosas de una estrella, que de repente aparece en todos los medios, como si su actuación fuera de oscar, aunque curiosamente nadie haya visto la película por la que se le han cedido tres páginas. Hacemos viajes para entrevistar a un escritor porque una editorial está dispuesta a pagar (o arruinarse) por ese viaje, algo que hace años los propios medios prohibían y ahora es la norma en toda la llamada prensa de calidad. Y así, la fina línea que divide la publicidad de la información se difumina y muchas películas pequeñas, o libros pequeños, o exposiciones pequeñas, sin posibilidad de gastarse millones en promoción, nunca llegan a la prensa. Y sólo aparecen cuando un periodista se pone muy pesado, se empeña y consigue que le hagan un hueco para un tema en el que cree, si es que lo consigue.
Por eso yo le quiero dedicar este premio a todos los periodistas que aún creen en el periodismo, los que consideran que ésta es una profesión que se construye pateándote las calles, prestándole atención a lo que quizás en apariencia no sea noticia, curioseando en lugares donde a menudo no hay focos ni flashes y sin embargo, hay grandes historias. Hacer trabajo de fondo no se traduce en noticias inmediatas, que es lo que el frenesí digital nos está obligando a hacer para crear información de consumo rápido. Pero la información, como la sanidad o la educación, no debería medirse como un producto de consumo porque su valor y su poder afecta a la vida de las personas, ya sea cuando se escribe sobre una guerra, o sobre un estreno de cine.
Quizás por qué soy hija de dos artistas, Miranda D'amico y Agustín Celis, creo que en el poder de las artes para contribuir a los cambios sociales. Somos una cultura en transición. Música, libros, cine, teatro.. son una ventana a esta sociedad que atraviesa por un momento de cambio que amenaza a las grandes estructuras empresariales pero que le da voz al individuo y por tanto al periodista. Los artistas juegan un rol fundamental en este mundo en turbulencia y creo que el periodismo cultural tiene la responsabilidad de reflejar la variedad de esa cultura, y no puede limitarse a que nos sentemos tras un ordenador a copiar y pegar sin reflexionar lo que aparece en twitter.
En Madrid y en Nueva York la gente ha ocupado la calle para reclamar un cambio de rumbo, para cuestionar el camino que se ha tomado frente a la crisis, para discutir el estatus quo y para buscar alternativas posibles. De igual modo, creo que hoy muchos periodistas se cuestionan el rumbo que los medios han tomado frente a la crisis de su industria y aunque económicamente lo estamos pasando muy mal, yo quiero pedirles que sigan creyendo en su profesión, y que no se rindan. Este premio se lo dedico a todos esos periodistas, a los que creen en la importancia de un trabajo grande construido a base de historias pequeñas, a los que siguen buscando porqués y en particular, a mis compañeros de profesión en Nueva York Idoya Noain, Mercedes Gallego, Ana Nieto, Carlos Fresneda, Julio Valdeón, Sandro Pozzi y Julio Anguita, (quien, maldita sea, ya no está entre nosotros). Se lo dedico a todos ellos, por no rendirse y sobre todo, por no permitir que yo me rinda. Además también se lo dedico a mi querido grupo I +D, (esto es en clave pero ellos saben quien son). A todos, y a la AISGE por este premio, GRACIAS!!!!!
PD: le debo sin duda un gracias público a la persona que me encargó escribir la crónica para aquella revista del corazón. Sin ese encargo, yo aquel día no hubiera llegado a bloguear. Gracias Luis!
Roja como un pimiento entre la gran Pilar Bardem y la gran Asunción Balaguer, viuda de Paco Rabal, que me entregaron el premio.