Foto robada a mi amigo Ivan
Hay quien no cree en la espontaneidad de las protestas que hoy recorren España. Hay quien tampoco cree que sean legítimas por llegar con años de retraso respecto a los problemas que acucian desde hace demasiado tiempo a los jóvenes y a toda la sociedad española. Hay quien hasta las tacha de irrespetuosas. Peor para ellos. Se están perdiendo el disfrutar y sobre todo el participar de uno de los momentos más interesantes y necesarios que ha vivido la sociedad española en décadas.
Visto desde la lejanía, y después de haberme indignado durante años al ver a hordas de españoles absolutamente enajenados, invadiendo las tiendas de Broadway armados con euros poderosos y consumiendo como poseídos, como si nada fuera más necesario que volver a casa cargados de trofeos neoyorquinos, ciertamente tengo que decir ¡ ya era hora!, pero sobre todo quiero decir ¡qué bien, la gente ha despertado!
En Estados Unidos las protestas de los ciudadanos contra sus políticos y sus banqueros tras la crisis tampoco han llegado a tiempo, de hecho no han llegado aún. Lo más parecido fue lo que ocurrió en Wisconsin, cuando el gobernador anunció el pasado invierno que se cargaba todos los derechos sindicales de los funcionarios de un plumazo. Durante semanas Madison, la capital del estado, se convirtió en la zona cero de lo que parecía podría convertirse en una revolución a escala nacional. Lamentablemente no llegó a ocurrir, aunque sus protestas duraron casi dos meses y de repente, miles de personas al menos se hicieron preguntas. Pero no fue a más y eso me entristece, porque en este país, más que en ningún otro, la democracia demuestra a fuego todas sus contradicciones, y la peor de ellas, la brecha entre ricos y pobres (con todo lo que eso conlleva), se ha disparado en la última década a unos niveles nunca conocidos en la historia de la democracia (os recomiendo además estos reveladores gráficos).
Cuando estalló la crisis aquí se deberían haber hecho acampadas de meses, quemado bancos, y salvando las distancias con la edad media, haber juzgado en la plaza pública a mucha gente, y no precisamente a Bin Laden, oficialmente el único malo de todas las películas. Pero quién sabe, las revoluciones llevan su tiempo. Ultimamente están estallando muchas, nunca hay que perder la esperanza de que también lleguen hasta aquí. Razones no faltan.
Del atisbo de revolución en Wisconsin apenas hubo noticias en Europa. Hoy me alegraba al ver que la puerta del Sol estaba en la portada de The Washington Post y en The New York Times. Pese a todo lo que se dice de la lenta agonía de la prensa, resulta que sigue siendo necesario estar en los medios tradicionales para que tu voz se oiga a gran escala.
Algunos amigos, escépticos con carné, estos días me escriben desde España con otro tono y hasta parecen sonreír y entusiasmarse con lo que están viviendo. Muchos otros, que llevaban años trabajando lejos de los focos y buscando alternativas políticas y sociales a esta rancia democracia nuestra, como los vinculados a la librería Traficantes de Sueños, veo que incluso han trasladado sus debates a Puerta del sol, en medio del mogollón. La prensa les solía ignorar. Ya no porque ya no están solos y la prensa, por desgracia, necesita de la masa para reaccionar. A los chicos de Juventud sin Futuro (hoy integrados en Democracia Real Ya) apenas se les tomó en serio cuando se manifestaron hace un mes y por supuesto el titular fue la bronca que hubo al final, no sus reivindicaciones. Esta vez hay tanta gente que nadie lo puede obviar -a excepción de intereconomía, quizás?-.
Democracia Real YA. Me gusta el lema. Sólo espero, quiero, deseo que las propuestas reales que parecen ir naciendo de asambleas y debates en toda España salten de esos maravillosos carteles que pueblan las calles a la vida real. No queremos otro desenlace como el de mayo del 68 (solo diré que personajes como Dominique Strauss-Kahn son hijos de aquella revolución). Queremos un mayo del 2011 con final feliz.