Mar 1, 2016

Porcina aristocracia

[Este artículo se publicó originalmente en la revista CTXT el 23-9-2015]

Comer cerdo ya nunca será igual en Gran Bretaña. Al menos durante algunas semanas. El bacon es un manjar sagrado para un país donde el desayuno de cada mañana incluye dos lonchas pero imaginar que su primer ministro pudo meter “una parte privada de su anatomía en un cerdo muerto” no es una imagen que uno quiera compartir con sus tostadas.

David Cameron ha corrido un tupido velo sobre el tema que desde hace dos días altera a los británicos. El silencio comenzó el pasado domingo, cuando el tabloide Daily Mail publicó los primeros extractos de una biografía no autorizada sobre él en la que se cuenta que en sus años de estudiante en Oxford metió su miembro en la boca de un cerdo como parte de un ritual bizarro para entrar en una de esas sociedades secretas por las que pasan las élites inglesas que luego llegan a puestos de poder. El libro, escrito por Lord Ashcroft, un multimillonario, donante tory y ex tesorero del partido que se la tiene jurada a Cameron por no haberle dado un ministerio, dice que existe foto del ‘evento’, según cuenta una fuente anónima que la habría visto, y ahí se acaba la ‘noticia’. Pero eso ha bastado para provocar el “piggate”, nombre con el que ahora se conoce la travesura (o aberración) perpetrada (o no) por Cameron y que ha conmocionado (y asqueado) a los británicos. A ella se añaden acusaciones menos sabrosas, como el supuesto consumo de drogas del antaño joven político, o su conocimiento de los detalles fiscales de Ashcroft, uno de los hombres más ricos de Gran Bretaña, quien lleva más de una década con residencia fiscal en un paraíso, aunque en su país se enteraron hace bien poco.  Al parecer, Cameron se enteró antes que sus conciudadanos pero no dijo nada. Y a largo plazo puede ser esto y no el tema del cerdo lo que le cree más problemas laborales, aunque sin duda es mucho más difícil de manejar el escándalo porcino que el político.

No puedo dejar de pensar que en el equipo de comunicación de Cameron alguien habrá sugerido que ya que la ficción se adelantó a la realidad, sería aconsejable que se sentaran todos a ver el primer capítulo de la serie Black Mirror, donde el primer ministro británico (ficticio) es obligado a fornicar en televisión con un cerdo para salvar a una princesa que ha sido secuestrada. Ése es el único requisito que sus secuestradores piden para no matarla. Y el político accede. Con todas sus consecuencias. Y mientras se acerca el plazo para que se consume el acto, las redes hierven con bromas porcinas y las redacciones debaten cómo enfocar la noticia sin provocar la carcajada. Exactamente lo mismo que ocurría el lunes en Reino Unido.

Impresiona ser testigo de cómo la ciencia-ficción cada vez tarda menos en mutar en realidad. Julio Verne escribió ‘De la tierra a la luna’ en 1865. El hombre tardó más de cien años en convertir el libro en realidad. El capítulo ‘Himno nacional’, que daba título al episodio de Black Mirror del cerdo, se emitió en 2011, hace tan sólo cuatro años... Reproduzco aquí lo que ha dicho el hombre más solicitado estos días en Reino Unido, Charlie Brooker, su creador, en una entrevista express en Buzzfeed,. “Yo estoy muy sorprendido porque cuando lo escribí nunca pensé que pudiera llegar a hacerse realidad. Es tan grotesco… Y esto de ahora es algo que ha dicho alguien anónimo en una biografía no autorizada escrita por alguien que se la tiene jurada. Pero es tan irresistiblemente barroco y espeluznante que parece que la gente quiere que sea verdad.”

No obstante, para él fue tal sorpresa enterarse de lo del cerdo (el de Cameron) que por un momento pensó que la realidad “era una ficción diseñada para confundirme, sin duda un pensamiento que no debería tener”. Pero tratándose de Brooker, cuya imaginación perversa ya se ha adelantado al futuro varias veces, ese pensamiento es más que comprensible. En Black Mirror los muertos regresan al mundo de los vivos gracias a todos los rastros que han dejado en las redes. En el mundo real ya existe una empresa que permitirá que tu twitter y tu Facebook sigan colgando cosas por ti. Virtualmente ya hemos alcanzado la inmortalidad. En otro episodio la gente podía rebobinar sus experiencias pasadas y borrarlas. Google ya ha patentado una cámara que graba tu vida desde tus gafas, se vuelca automáticamente online y te permite volver a repasarla cuando quieras.

En fin, quizás lo más inquietante del capítulo del cerdo sea que tras hincársela al porcino y culminar el acto sexual, los ratings del primer ministro se disparaban. Y el tipo continuaba en su puesto. Seguramente con Cameron ocurrirá lo mismo: nada. En el fondo a los ingleses les fascina que sus élites aún se muevan en universos paralelos de clubs secretos para unos pocos elegidos donde una cabeza de cerdo puede condimentarse con un viril miembro de la aristocracia mientras el reducido y privilegiado público aplaude.


Hay quien dice que el nombre de Cameron peligra porque se acerca el congreso del partido conservador y no resistirá la embestida de las crueldades porcinas que llueven sobre él. Pero para eso aún faltan dos semanas. Tiempo más que suficiente para que los ingleses olviden y vuelvan a comer bacon.

LOS MALOS Y EL MIEDO

[Este artículo se publicó originalmente el 15-9-2015 en la revista semanal CTXT]

Jeremy Corbyn ha dejado de ser un personaje “anacrónico e irrelevante” para convertirse en “una amenaza para la seguridad nacional”. Así funciona el lenguaje del poder: un señor mucho más parecido al músico folk y activista Pete Seeger que a Osama Bin Laden se ha convertido en apenas unas horas en el nuevo enemigo público número uno en Gran Bretaña. Pero para el primer ministro David Cameron, autor de esas palabras, el nuevo líder del partido laborista, un político atípico por su honradez, coherencia y respeto a sus propios principios – ¿en qué momento ser así se convirtió en una anomalía y no el patrón por el que deberían cortar a todos los políticos?- es prácticamente un terrorista contra el que habrá que luchar con uñas y dientes. Y para cincelar esa idea en la cabeza de los británicos no hay nada más eficaz que el miedo, el arma estrella del poder, de ahí que ahora se resuciten los fantasmas de aquellos comunistas de antaño, los del otro lado del telón de acero, los que venían a quitarnos nuestros coches, nuestras televisiones y sobre todo, nuestro dinero.

Para ser justos con Cameron habría que puntualizar que en realidad la nueva amenaza no es sólo Corbyn sino el partido laborista al completo puesto que la frase exacta, pronunciada el domingo tras su victoria fue: “El partido laborista es ahora una amenaza para nuestra seguridad nacional, nuestra seguridad económica y nuestra seguridad familiar”. Si cambiamos la palabra “laborista” por “comunista” retrocedemos en el tiempo treinta años de inmediato. La falta de imaginación de los gobernantes es portentosa.

¿Izquierda radical? ¡Sí, por favor!

[Este reportaje se publicó originalmente en la revista CTXT el 12-9-2015] 

Izquierda radical. Ambas palabras se repiten como un mantra en la prensa anglosajona e internacional para describir y sobre todo desacreditar a Jeremy Corbyn, el hombre que ayer fue elegido nuevo líder del partido laborista. Pese a la artillería pesada mediática en su contra, las bases del partido y cerca de 90.000 de los 120.000 nuevos miembros que se afiliaron durante los pasados tres meses votaron abrumadoramente a su favor (59.5%), convirtiendo a este parlamentario de 66 años en el representante de quienes aspiran a que la política vuelva a ocuparse de los seres humanos y no sólo de los números.

Su mensaje anti-austeridad, expresado sin miedo con palabras clásicas entre las que definirse socialista es motivo de orgullo y no de sonrojo –aún escribe semanalmente para el diario socialista Morning Star- ha calado entre los afiliados al laborismo y sobre todo entre miles de jóvenes a los que se acusaba de apatía política. Pero resulta que no estaban dormidos o esperando a un personaje glamuroso y mediático que les engatusara con corbatas psicodélicas, prótesis dentales o discursos pre-cocinados en los fogones de los despachos de comunicación política si no que necesitaban a alguien de aspecto tan sencillo que a veces abruma pero capaz de entusiasmarles con esos mismos ideales que movilizaron a millones de personas tras la segunda guerra mundial. Sí, el suyo no es un discurso nuevo, es el de la izquierda ‘de toda la vida’ aunque con los ‘upgrades’ propios del siglo XXI, (el de enfrentarse al cambio climático o potenciar seriamente energías renovables), pero quizás durante los últimos 25 años el mundo se había olvidado de que luchar por la redistribución de la riqueza y cuidar de los más débiles de la sociedad no son objetivos satánicos salidos de los bajos fondos del infierno si no aspiraciones cargadas de sentido común, de humanidad y de legitimidad. “No tiene por qué haber desigualdad. No tiene porqué haber injusticia. La pobreza no es inevitable”. Esa fue una de las primeras frases de Corbyn ayer en su primer discurso tras ser elegido. ¿Por qué resistirse a algo que suena tan bien?  ¿Simplemente porque conseguirlo es difícil? ¿En qué momento aspirar a un mundo mejor se convirtió en un concepto trasnochado y desechable?