[Esta columna se publicó originalmente en la revista Ctxt el 29/9/2015]
Fatalidad, mala suerte, adversidad,
infortunio… Hay múltiples sinónimos para encasillar algunos hechos o fenómenos
que desafían nuestra lógica y a los que resulta imposible encontrarles una
explicación satisfactoria. Hace poco me contaron una historia trágica: el hijo
de un conocido se salvó de morir en unas riadas en las que quedó atrapado
dentro de su coche para acabar falleciendo dos semanas más tarde ahogado en la
bañera con menos de un palmo de agua. ¿Existe una explicación racional para una
broma del destino tan cruel?
Ayer abrí el periódico y leí que un autobús se empotró en Londres contra el restaurante que montó una superviviente del tsunami y cuyo marido e hijo fallecieron bajo aquella ola. La mujer vivía exactamente encima del local destrozado por el vehículo. ¿Significa quizás que la muerte la persigue y no parará hasta encontrarla?
En España y Cataluña, al despertar, los
dinosaurios seguían allí. Amanecemos tras las elecciones catalanas mirando de
frente dos rostros que nos persiguen testarudos como si se tratara de una
película de terror de serie B: Mariano Rajoy y Artur Mas. Ambos ganaron su
presidencia en unas urnas. Pero ambos perdieron hace ya años todos los papeles
para seguir en sus puestos de mando. Pese a ello Mas podría volver a ser
presidente de la Generalitat por tercera vez y Mariano tiene intención de
presentarse nuevamente a las generales. ¿Debemos hablar de infortunio, de
adversidad, de mal de ojo?