La ideología del bienestar. Vivimos tiempos confusos. Y la gente está confundida. O
quizás sea yo. Me gusta poco que todo el mundo a mi alrededor haga deporte como
si les fuera la vida en ello. Y encima suden con estilo. Yo soy de las que
utiliza el mismo chándal roñoso desde hace años y una camiseta fea y grande en
la que esconder mi chichilla lateral. Ellos no, a veces incluso parece que en
vez de correr y ahogarse, como me ocurre a mí, disfruten. Pero si sólo fueran
ellos… Lo de la vida sana es una plaga y no puede acabar bien. Ya fue una mala
señal que desaparecieran de las redacciones el tabaco y el whisky. Y así le va
ahora al periodismo. Pero lo del detox, el wellness,
el yoga, el apio, el gluten o los blogs dedicados a todo ello en la prensa
mundial es un despropósito. Y empieza a haber pruebas serias de ello.
En mi barrio londinense, de clase media bien, mujeres con
hijos duplicados y ojeras hasta el suelo se gastan cifras innombrables en
productos "sanos" en tiendas cuya abultada facturación diaria me
invita a plantearme si debería abandonar mi profesión y abrir una franquicia.
Hasta que leo, qué irónico, en uno de esos blogs de cuya existencia me quejo,
que la FDA, el organismo que regula las medicinas y la alimentación en Estados
Unidos, se ha puesto a analizar el contenido de muchos de esos productos
denominados "suplementos alimenticios" y dentro no hay nada que se parezca a lo que rezan sus
etiquetas. El Gingko Biloba, que supuestamente ayuda a la memoria,
no es tal, es polvo de arroz. En el Ginseng, no hay ginseng. En la Echinacea,
tan apañada ella para la gripe, no hay nada con ese nombre. En la Valeriana sólo
hay espárragos, zanahoria y guisantes. Mejor no sigo porque yo también he
pagado un riñón alguna vez por estos productos.
Afortunadamente hay gente sensata que se ha puesto a
reflexionar sobre esta obsesión global por la salud, como el profesor André
Spicer, de la Cass Business School de la City University of London , que
ha escrito al alimón con Carl Cederstörm, de la Universidad de Estocolmo, el libro The Wellness Syndrome. Su objetivo
es alertar sobre los riesgos que entraña una sociedad en la que cuidarse, estar
sano y buscar la felicidad en el deporte o la meditación están empezando a
convertirse en dictadura. Cuando el cuerpo es la única verdad, se corre el
riesgo de caer en el nihilismo, advierten, con la consiguiente desaparición del
compromiso político y el yo como único valor en la vida. Además, esa presión
por ser/estar sanos te puede hacer sentir mal si no consigues cumplir tus
propias expectativas. Pero, lo que es aún más grave, "se está imponiendo
la idea de que una persona que es sana y feliz es moralmente una buena persona
mientras que quien no se cuida tiene fallas morales", escriben.