Sep 26, 2015

QUERIDA MANUELA

[Artículo publicado originalmente en la revista Ctxt, donde colaboro semanalmente]

Querida Manuela, me hace muy feliz saber que los madrileños te han instalado en la alcaldía de Madrid. A mi no me dejaron votarte. Vivo en el exilio económico, como otros dos millones de españoles, y nosotros no tenemos voz para elegir alcaldes. En teoría sí la tenemos para escoger presidentes comunidad autónoma, pero el PP y el PSOE se encargaron de inventar un nuevo sistema llamado voto rogado del que nadie nos informó con claridad por lo que, aunque registrados en los consulados, esperamos en vano la llegada de las papeletas electorales hasta que descubrimos el pastel. Su error fue poner en práctica el nuevo sistema de cara a las elecciones autonómicas: ahora hay dos millones de españoles dispuestos a movilizarse de cara a las generales para no perder su derecho al voto. Y adivina a quién no votará la mayoría de los que estamos fuera.

Querida Manuela, lloro lágrimas entusiastas porque pese a que aún hay medio millón de madrileños entregados al caciquismo de Esperanza Aguirre serás tú y no ella la alcaldesa y sacarás a Madrid del agujero casposo en el que lleva inmerso 24 años. Baste decir que la primera vez que yo pude votar fue en 1991, cuando aquel señor con aire cansino y como salido de una mala novela del siglo XIX, Álvarez del Manzano, inauguró el reinado negro del PP en la capital. Él era más joven que tú entonces, y sin embargo, gobernaba (y se expresaba) como si tuviera 200 años.

Querida Manuela, tú no eres vieja. Ni siquiera eres mayor. En nuestra sociedad ser biológicamente joven se ha convertido en una virtud sobrevalorada. 

JURASSIC LONDON

[Este artículo se publicó originalmente en la revista Ctxt, donde tengo una columna semanal]

A veces sueño con una vida jurásica en la que poder desayunar dinosaurio a la plancha con ensalada de ortigas, conducir un tronco-móvil como los Picapiedra  y no tener más preocupación que la de tumbarme al sol y sobrevivir hasta mañana sin que me devore un brontosaurio. El pasado domingo mi sueño casi se hizo realidad al poder pasearme precisamente entre ‘dinos’ gigantes por uno de esos lugares que no aparecen en las guías turísticas y de los que sólo los vecinos de un barrio suelen disfrutar. El parque de Crystal Palace en el sur de Londres es uno de esos maravillosos secretos que todas las grandes ciudades del mundo atesoran y a los que a menudo sólo se llega por una mezcla de curiosidad y casualidad.



El parque toma el nombre de la construcción que en 1851 sirvió como contenedor a la Exposición Universal de aquel año. Originariamente el palacio de cristal estaba en Hyde Park, donde se celebró aquel evento, pero en 1856 se lo llevaron a estas colinas del barrio Sydenham Hill y allí estuvo aquella impresionante construcción firmada por Joseph Paxton hasta que un incendio la destruyó en 1936. En su momento fue el edificio con mayor cantidad de cristal del planeta pero de aquel bello espectáculo ya no queda nada. En lo que hoy se llama Crystal Palace Park, antes conocido como Penge Common, hay claros rastros de la planta en piedra y sobreviven las escalinatas que daban acceso al edificio. Nada más. Bueno sí, te puedes encontrar algunas esfinges egipcias con más de un rasguño mirando impertérritas hacia el infinito y también una antena de televisión hecha a imagen y semejanza de la Torre Eiffel.

Sep 25, 2015

NÚMEROS

Abro un periódico (¡sí! ¡de papel!) y leo: "Miramos el teléfono cada veinte minutos". Es una noticia minúscula llena de números de procedencia poco clara pero todos dan vértigo. Según un estudio en Gran Bretaña miramos el teléfono cincuenta veces al día, lo que equivaldría a dos horas y trece minutos diarios o lo que es peor, 35 días al año. Me parece un exceso pero plausible y sobre todo, dramático. Peor aún, vergonzoso. ¿Es posible que el año pasado me haya pasado más de un mes pegada a mi teléfono móvil? ¿Puedo realmente ser tan idiota? Aprieto los dientes y admito mi derrota: es muy posible que así sea. Me consuelo con la siguiente cifra: los británicos, de media, invierten 35 minutos a la semana en hacerse 'selfies'. Afortunadamente esa adicción yo no la tengo. Me basta con preguntarle a padre Google absolutamente todo, con dejarme los ojos leyendo artículos en una mini pantalla mientras Londres desfila frente a mí en el metro y yo no me entero o con descubrir en Facebook qué le interesa a gente con la que no he cruzado jamás una palabra fuera de la realidad virtual. Claro que hay otro número aún peor: el 8% de los consultados, sobre un total de 2000, renunciarían al sexo con tal de poder mirar su teléfono. Quiero llorar.

LA MAYORÍA ABSOLUTA DE CAMERON AGUDIZA LA HERIDA EUROPEA

[Reportaje publicado en la revista Ctxt tras las elecciones británicas el 5/5/2015]

“¿Qué coño está pasando? ¿Cómo hemos podido meter tanto la pata?” Imposible expresarlo de forma más directa y recoger así el sentimiento general que se respiraba en la noche del jueves en la London School of Economics, donde se había organizado una fiesta electoral condimentada con la presencia de múltiples expertos que analizarían al minuto para prensa y estudiantes los resultados de encuestas a pie de urna y votos. La pregunta la lanzaba sin pudor Charlie Beckett, jefe del departamento de Media y Comunicación de la nombrada universidad y refleja muy bien la sorpresa del ciudadano medio británico tras conocer los resultados de las elecciones del 7-M. “Estoy muy confundido. Se supone que soy un experto en comunicación política, en campañas electorales. Llevo meses discutiendo sobre los resultados de las encuestas, he escrito minuciosos análisis de qué ocurriría tras las elecciones, iba a ser un empate técnico de difícil resolución y nada de nada ha funcionado. Sin duda la frase de la noche es ‘si las encuestas a pie de urna no se equivocan….’, pero parece que no se han equivocado y ahora hay que preguntarse por qué nos hemos equivocado todos los demás”.

CERVECISMO ELECTORAL

[Columna de opinión publicada en la revista Ctxt el 5/5/2015. Publico una cada semana donde comento la actualidad británica o española]

Un tipo con cara de universitario y una ‘pinta’ de cerveza en la mano me mira desde un panfleto electoral que reparten en la puerta del supermercado. Es Richard Hendron, el joven candidato del UKIP para los barrios de Londres Brentford y Isleworth y no tiene muchas posibilidades de ganar en las elecciones del jueves, por no decir ninguna. Saberlo me reconforta. En este país donde el alcohol hace estragos y puedes ver sus efectos cada fin de semana en el último metro del día asistiendo a escenas de ciencia ficción que no cabrían ni en las memorias de los replicantes de Blade Runner, que los candidatos ‘se vendan’ abrazados a un vaso de cerveza es una metáfora de lo simplona que puede ser a veces la política. Y los votantes. Por suerte, o por desgracia, este barrio es muy conservador así que no van a echar a una señora muy seria llamada Mary Macleod para poner en su lugar a un ex policía que va de guaperas y que ingiere líquidos como parte de su programa electoral –y, sólo un detalle, promete quitar el carril bus para mejorar el tráfico de la ciudad...-.

Sep 24, 2015

LAS URNAS MÁS INCIERTAS

[Reportaje publicado en la revista Ctxt el 30/4/2015 con motivo de las elecciones generales británicas]

Oficialmente, y según dice el primer ministro británico, David Cameron, los números macroeconómicos, esos que siempre preocupan a los contables de gobiernos y grandes instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), son magníficos. Los tories, en coalición con los liberal demócratas de Nick Clegg, sacaron a su país de la recesión en 2012, lo pusieron en una frondosa senda de crecimiento con ritmos de hasta el 2,6% anual, redujeron el déficit estructural, que se disparó durante la crisis financiera y fueron incluso capaces de reducir el paro hasta obtener las cifras más bajas de la historia del Reino Unido, el 6%, además de crear 1,8 millones de empleos.

Pero hay otra manera de mirar hacia esos números y es a través de la lente de la realidad, ésa que se le suele escapar a quienes se sientan en la burbuja impenetrable del gobierno y que hoy amenaza, de cara a las elecciones del próximo 7 de mayo, la supervivencia de la coalición conservadora. En España Zapatero se equivocó al contestar a la pregunta del precio del café, pero en el Reino Unido a David Cameron se le atragantó una mucho más dura durante una entrevista reciente en televisión: ¿Cuántos bancos de alimentos hay hoy en el Reino Unido en comparación con los que había en 2010? “Entonces había 66 y ahora son 429” - más de un millón de personas han recurrido a ellos durante el último año-.

Cameron no fue capaz de contestar, tuvo que hacerlo quien le hizo la pregunta, el tenaz periodista Jeremy Paxman, quien también le puso contra las cuerdas al preguntarle si podría vivir con un contrato de ‘cero-horas’. El contrato-modelo de moda en el Reino Unido es el sueño húmedo de cualquier empresario: no compromete a un mínimo de horas de trabajo, no cubre ningún tipo de beneficio social pero obliga al trabajador a estar siempre disponible. “No”, admitió entre dientes Cameron, “no podría”.