Feb 23, 2011

23F: mi memoria en un periódico



La vida a veces se pasa de sofisticada. El 23 de febrero de 1981 yo tenía siete años e iba a un colegio que se llamaba Estados Unidos de América. Era un colegio público y no nos enseñaban inglés pero curiosamente marcó mi destino porque aquí estoy, viviendo en el corazón del imperio (en decadencia) desde hace ya una década.


En aquel colegio también se fraguó otra extraña casualidad. Semanas después del 23F la señorita Conchita, una infame profesora que en lugar de enseñarnos matemáticas nos hacía rezar avemarías -lo juro- llegó una mañana de primavera pidiéndonos escribir una redacción sobre el 23F. Quería que contáramos cómo vivimos aquel día, qué recordábamos y qué sentimos. La petición tenía truco: nuestras palabras no eran para ella si no para unos periodistas que después escogerían algunas frases de los niños y las publicarían en su periódico. El periódico era El Pais, que yo solía ver desparramado por mi casa porque mis padres se lo repartían para leérselo por partes y al final siempre había páginas por todas partes que a mí me parecían un engorro.


Yo no me acordaría de nada de lo que escribí -y por lo tanto de lo que viví- si no fuera porque meses más tarde mi madre me tendió un ejemplar de El País Semanal que recuerdo con una portada de color naranja en la que decía algo así: 'El 23F y los niños'. Fue el primer artículo de periódico que me leí, -una recopilación de frases de niños con sus nombres y edades entre paréntesis- buscaba mi nombre y el de mi inseparable amiga Macarena y... !zas! allí estaban los dos. Había dos frases mías y una de Macarena y como hacen los niños cuando descubren algo, fui corriendo a enseñárselas a mi madre. "Pues yo creí que iba a haber una guerra y nos iban a matar". Cuando mi madre leyó esa frase me miró preocupada: "¿de verdad pensaste que nos iban a matar?". La otra frase no la recuerdo, como tampoco recuerdo ese miedo, o esa guerra que extrañamente planeó sobre mi cabeza de niña. Pero allí estuvo, porque yo lo escribí. Pagaría oro por volver a leer entero aquel texto que llevó por primera vez mis palabras hasta las páginas de un periódico que por azares de la vida se convertiría precisamente en mi principal publicación como periodista.

Nunca podré encontrarlo pero sí aquel artículo. Por eso los periódicos son imprescindibles. En ellos se atesoran nuestras memorias colectivas, queda constancia de nuestros errores y nuestros miedos, son los recuerdos imborrables de nuestra propia historia, esos que quizás nuestra memoria individual prefirió borrar pero que como sociedad no podemos dejar que se desvanezcan. ¿Quién no recuerda donde estaba el 11S? Os reto a coger un periódico de aquel día, o mejor, el del 23F, que para eso estamos recordando, y de repente, si no érais muy niños, os lloverán memorias, personales y colectivas. Hay que regresar al pasado para mirar hacia el futuro. Y hoy a los periodistas quizás nos nuble un poco la vista el exceso de presente inmediato. Twitteamos hasta las pausas en un discurso de un político! ¿Alguien se leerá esos twitters en el futuro? Calculo que la obsesión pasará. Y lo importante, quedará en los periódicos - de papel o de los otros-.

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