Reproduzco aquí mi segunda columna de la
serie Cosmópolis para la revista CTXT.ES publicado
el 3 de febrero de 2015. También os dejo el link al
artículo original.
Fundido a negro
El rostro de mármol que preside el arco
de entrada de la Tate Britain está partido por la mitad. Le falta la boca, la
barbilla y media nariz y el pelo está contaminado: le delata la negrura sucia
de sus rizos. Podría leerse como una metáfora del estado de esta institución
pero eso sería forzar la máquina de la poesía y tampoco hay que exagerar. No
obstante, hay un grupo de gente cada vez más amplio que piensa que tanto la
Tate Gallery (en todas sus sedes) como otras grandes instituciones
culturales británicas sufren heridas morales que es urgente reparar y que
manchan de negro su reputación.
El pasado sábado, bajo esa lluvia
impertinente que con frecuencia entristece Londres, los ojos de esa
escultura escrutaban a los diversos visitantes que esperaban a las puertas
de este museo a que dieran las diez para poder entrar. Entre ellos había
siete personas que vestían de negro y llegaron por separado. En ningún momento
se dirigieron la palabra pero todas ellas se encaminaron hacia el mismo lugar:
el bar de los socios de la Tate. Uno a uno enarbolaron sus carnés frente a una
joven recepcionista y fueron tomando posiciones en los balcones interiores de
este bar situado en el último piso del museo y desde el que hay una
espectacular vista de la escalinata y la rotonda de la institución. Poco
después, con los guardias de seguridad aún despegándose las legañas de los ojos
y los primeros visitantes caminando sin rumbo, se colocaron unos velos
negros sobre el rostro y comenzaron a lanzar billetes al aire.
Ésta ya no era una lluvia triste
como la de afuera sino más bien una cascada inesperada de emociones,
incomprensible para los turistas, enervante para los empleados de la
institución y "muy poderosa" para uno de sus creadores, como la
definió al terminar. Verles lanzar lentamente sus billetes de 20 libras del Banco
Tate en una performance que duró unos veinte minutos fue
extrañamente tranquilizador, y hubo hasta quien pensó que era parte de la
programación del museo, sobre todo porque a mitad de espectáculo comenzó a
sonar música clásica. No era parte del guión, en realidad provenía de una
prueba de sonido en otra sala cercana, pero se coló en la performance en
el instante preciso.
Los niños correteaban entre los billetes y se los daban a sus padres, que descubrían sobre el papel el rostro del director de la Tate, Nicholas Serota, y el del presidente de la junta directiva del museo y expresidente de la petrolera BP, John Browne, sobre una foto del vertido de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon que en 2010 fundió a negro el Golfo de México. "Esto es un desastre, espero que nadie se resbale y nos denuncie" profería alarmada una mujer pegada a un walkie talkie. Al cabo de diez minutos, un grupo de empleados se situaba tras losperformers tratando de decidir qué hacer. "Déjales, déjales que terminen". "Sí, mejor no interrumpirles". "¿Qué es esto?" preguntaba confundida una turista. "Uf, lo hacen a menudo, son incansables" le respondía un guardia de seguridad que filmaba la escena.
Sobre el suelo de la Tate cayeron 240.000
libras del Banco Tate, la cifra que anualmente BP le entrega al museo para
sus actividades,desvelada la
semana pasada después tres años de lucha en los tribunales entre
la institución y los miembros de Liberate Tate. Este grupo
formado por artistas y ecoactivistas quiere acabar con el patrocinio de las
artes de la petrolera. "El museo no nos quería dar las cifras que
aporta BP y ahora está claro por qué. Sólo es el 0,5% del presupuesto anual
pero a cambio consiguen publicidad mucho más barata que si tuvieran que
pagar por ella y legitimidad social, mientras siguen contaminando y frenando la
transición hacia un mundo sin combustibles fósiles. La gente piensa que ayudan
a que el museo siga funcionando pero la realidad es que ganan mucho más de lo
que dan, como demuestran los números".
Mel Evans tiene cara de niña pero maneja
sus argumentos con la soltura adulta que le dan sus cinco años como miembro de
Liberate Tate y como autora del libro Artwash, que se publicará en
primavera, coincidiendo con el quinto aniversario del vertido de BP y en el que
analiza las ‘relaciones envenenadas’ entre las artes británicas y las
petroleras y la lucha por romperlas. "Se está produciendo un cambio
cultural, cada vez hay más gente que comprende que el planeta está al límite y
hay que renunciar a los combustibles fósiles. Los museos también tienen que
tomar partido", dice Mel. Algunos ya lo
han hecho: el Museo de Historia Natural y el Southbank Arts Centre
han prescindido de su ‘amistad’ con Shell tras las presiones de grupos
similares a Liberate Tate. La Tate se
defiende alegando que esa aportación es “esencial” para su programación pero
resulta que el dinero que
se recauda entre los socios es más que todos los patrocinios
privados juntos. "El museo podría perfectamente prescindir de esas 240.000
libras anuales pero no lo hace porque el presidente de su junta directiva es un
exejecutivo de BP". Teniendo en cuenta además que es la sexta empresa que más dinero
ganó del planeta en 2014, la cifra resulta no sólo irrisoria dentro
de un presupuesto anual de 157 millones de libras sino abiertamente cutre.
Mel Evans tiene 31 años, es artista,
socia de la Tate y le pesa la conciencia, como antes pesó sobre quienes
lucharon por eliminar los patrocinios del tabaco o las empresas armamentísticas
de las instituciones públicas. Hablamos tras la performance, después de que ella
y sus compañeros hagan un análisis de la acción. Me permiten escucharles pero
no preguntar. Sólo Mel tiene permiso para hablar conmigo y le ha costado un
rato decidir incluso darme su nombre. No se lo puedo reprochar. Después
del 11-S tanto Estados Unidos como Reino Unido aprobaron leyes que
convierten en terroristas potenciales a todos los activistas,
incluidos los que, como ellos, se limitan a incordiar haciendo performances como
la que he presenciado. "Lo curioso es que siempre nos dejan terminar.
Seguramente llama menos la atención que traer a la policía", me cuenta su
portavoz, pero son conscientes de estar ‘fichados’. Mientras, en cambio, otro tipo de
terrorista con corbata y maletín anda suelto por ahí con las
manos manchadas de negro. Gobiernos e instituciones se desviven por
limpiárselas. Todo sea por mantener el petróleo fluyendo. Amén.
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