Nov 3, 2011

LA FALSA LIBERTAD DE PODER ELEGIR



En Estados Unidos he aprendido una cosa: la libertad aquí se mide en función de la cantidad de cereales y detergentes a los que tienes acceso en el supermercado. La creencia popular es que a mayor variedad de marcas, mayor libertad. La sensación al entrar en cualquier tienda es sencillamente abrumadora. ¡Oh, Dios, cuánta libertad! En política se crea exactamente la misma ficción: somos libres porque podemos elegir entre muchos. En la práctica, resulta que elegimos entre dos. Igual que en el supermercado, donde lo que más se vende suelen ser las marcas que 'nos suenan', es decir, aquellas que tienen suficiente dinero como para publicitarse. O sea, como en política. En Estados Unidos eso además está exacerbado ya que los partidos pueden aceptar dinero practicamente de cualquiera y suele ocurrir que el presidente más votado es el que más dinero tenía para hacer campaña. Aquí no hay retórica sino números: Barack Obama se gastó más de 700 millones de dólares en su campaña en 2008, más del doble que su rival John McCain. Y Bush también batió records de cartera cuando ganó a Al Gore en 2000.

Pero en las elecciones que ya planean sobre Estados Unidos este año entra un nuevo jugador que hasta ahora tenía que hacer maniobras de camuflaje para colarse en las campañas (había limitaciones a la financiación electoral) y ahora tiene el camino completamente libre para apropiarse sin pudor de los hilos de la política: las grandes empresas, las corporaciones, en una palabra, el dinero de ese 1% contra el que miles de personas siguen acudiendo cada día al parque Zuccotti en Wall Street -o a otras protestas del país, como las de Oakland, que ayer vio como su puerto, el quinto más activo del mapa estadounidense, se veía obligado a suspender sus operaciones durante cinco horas por la presión de 3000 manifestantes-.

En 2010 el Tribunal Supremo estadounidense dictó una sentencia que cuando la historia la mire en retrospectiva obligará a todo el país a avergonzarse: se la conoce como el Citizens United ruling, fruto de la denuncia de la organización conservadora Citizens United versus Federal Election Commision. La sentencia otorga a las empresas los mismos derechos que a los ciudadanos estadounidenses, conviertiéndolas en ciudadanos de facto. Si las empresas también son ciudadanos, tienen todo el derecho de acogerse a la primera enmienda y por tanto es inconstitucional limitar y regular el dinero que se gastan para influir en las elecciones. Es decir, que si antes había ciertos límites a esas contribuciones, este año en cambio, todo el monte es orégano.

Ayer dos congresistas que sin duda también contaron con contribuciones empresariales para ser elegidos - nadie llega a la política en este país sin ellas- propusieron en el Congreso una enmienda constitucional que permitiría a esa institución regular las contribuciones y por tanto revocar esa sentencia. Parece que a algunos políticos aún les queda un poco de conciencia aunque el sentido común abandonó a nuestros dirigentes hace años y hoy hay que ir a buscarlo a otros foros de diálogo, como el parque Zuccotti, o la basura.
No es coña. Ayer, dentro del festival Performa 11, vi a un artista ruso que se pasó veinte minutos metido boca abajo haciendo el pino dentro de un cubo de basura. Es donde nos hemos metido todos permitiendo que los políticos jueguen con nuestro futuro sin control y se vendan descaradamente. Y lo que el 15-M u Occupy Wall Street me hacen pensar es que la gente se ha cansado de hacer el pino en este contexto económico y político tan deprimente y surrealista como la mencionada performance. Y hay demasiada basura como para quedarse quieto mirando al fondo del cubo.

2 comments:

  1. jajajaja, me rio por no hacer el pino...

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  2. Tienes razón. Leyendo tu comentario me viene a la cabeza una reflexión de Alfonso Guerra cuando estaban a punto de desembarcar en España las televisiones privadas. Entonces, como un augurio de cenizo o aguafiestas, el dirigente socialista dijo que más televisiones solo traerían menos calidad y menos libertad para elegir, pues lo que abundaría en realidad sería la telebasura, en claro detrimento de más opciones de calidad.

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