[Este artículo se publicó originalmente en la revista Ctxt, donde tengo una columna semanal]
A veces sueño con una vida jurásica en la
que poder desayunar dinosaurio a la plancha con ensalada de ortigas, conducir
un tronco-móvil como los Picapiedra y no tener más preocupación que la de tumbarme al sol y sobrevivir
hasta mañana sin que me devore un brontosaurio. El pasado domingo mi sueño casi
se hizo realidad al poder pasearme precisamente entre ‘dinos’ gigantes por uno
de esos lugares que no aparecen en las guías turísticas y de los que sólo los
vecinos de un barrio suelen disfrutar. El parque de Crystal Palace en el sur de
Londres es uno de esos maravillosos secretos que todas las grandes ciudades del
mundo atesoran y a los que a menudo sólo se llega por una mezcla de curiosidad
y casualidad.
El parque toma el nombre de la
construcción que en 1851 sirvió como contenedor a la Exposición Universal de
aquel año. Originariamente el palacio de cristal estaba en Hyde Park, donde se
celebró aquel evento, pero en 1856 se lo llevaron a estas colinas del barrio
Sydenham Hill y allí estuvo aquella impresionante construcción firmada por Joseph
Paxton hasta que un incendio la destruyó en 1936. En su momento fue el edificio
con mayor cantidad de cristal del planeta pero de aquel bello espectáculo ya no
queda nada. En lo que hoy se llama Crystal Palace Park, antes conocido como
Penge Common, hay claros rastros de la planta en piedra y sobreviven las
escalinatas que daban acceso al edificio. Nada más. Bueno sí, te puedes
encontrar algunas esfinges egipcias con más de un rasguño mirando impertérritas
hacia el infinito y también una antena de televisión hecha a imagen y semejanza
de la Torre Eiffel.
Gracias a ellos pude olvidar por un
instante mi propia realidad, nada jurásica, más bien aburrida, de clase media.
El día antes había hecho mi declaración de la renta. Me sale a devolver. Menos
mal. Pero los números son demoledores. El año pasado ingresé un tercio de lo
que ganaba hace siete años. Admito que el año pasado trabajé un tercio o menos de
lo que solía trabajar. Cosas de la maternidad reciente y del precio de las
guarderías británicas. Pero no deja de estremecerme qué pasará cuando vuelva a
trabajar tanto como antes de ser mamá. Porque en España, junto a Italia, las
colaboraciones periodísticas se pagan francamente mal en comparación con el
resto de países europeos y eso te lleva a pensar que si después de casi veinte
años de carrera aspirar a cobrar un poco más y de acuerdo a lo que sabes –no es
mucho pedir, en el resto del mundo es lo habitual- es una quimera porque las
tarifas nunca han subido y tampoco han dejado de bajar, quizás lo único con
algún sentido económico sería cambiar de profesión. Cuando te gusta tu trabajo
que te acucie esa duda es peor que una úlcera, porque te aporrea el estómago y
el corazón, tanto que de repente mirar dinosaurios en un parque te hace añorar
aquel tiempo en el que la vida era tan sencilla como tener que esquivar cada
mañana el ataque de un diplodocus.
This is a nice place to visit. I want to see this in person. www.repairmyappliance.ca/microwave-repair/
ReplyDeleteExploring the 'Jurassic London' concept was like a thrilling academic adventure! I'd rather Pay someone to do my assignment than miss out on the incredible experience of discovering prehistoric wonders in the heart of the city. The blend of history and imagination is so captivating, it's worth every penny for both education and entertainment!
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