Hoy ha muerto Margaret Thatcher. No seré yo quien escriba su necrológica porque hay periodistas que sabrán hacerlo mucho mejor que yo ya sea porque la 'experimentaron' en directo o porque llenaron páginas sobre las consecuencias de sus políticas, que aún hoy se dejan sentir en el Reino Unido, donde yo sólo soy una recién llegada.
Pero ya que medio planeta hablará hoy sobre Thatcher y en general, como con todos los muertos, se dirán cosas positivas sobre su labor, voy a romper una lanza en favor de lo que el cineasta Ken Loach ha llamado 'El espíritu del 45', algo que se quebró precisamente con la llegada de Thatcher al poder.
Loach, cuyo cine siempre mira al mundo desde la izquierda, ha hecho un documental titulado precisamente 'El espíritu del 45', clásico y en cierto modo, antiguo, sobre aquel espíritu de comunidad que imperó en la Inglaterra de posguerra y que llevó a los políticos del país (los laboristas de entonces, bien diferentes a los de hoy) a esforzarse por crear un nuevo sistema en el que todos pudieran vivir mejor, empezando por las clases más bajas. Se construyeron millones de casas de protección oficial para mejorar la salubridad de millones de ingleses que vivían en condiciones miserables, se creó el sistema de salud público y gratuito NHS, se impulsó la educación, se nacionalizaron las industrias más potentes del país y en general se sentaron las bases para construir un país donde la riqueza estuviera mejor repartida que antes de la guerra.
Cuando llegó Thatcher tres décadas después muchos de esos logros comenzaron a desmantelarse y hoy más que nunca asistimos a las últimas consecuencias de aquellas políticas de corte salvajemente capitalista.
No diré que se trata de un gran documental porque creo que Loach se ha olvidado de mirar a su alrededor y de analizar muchos puntos de la política económica actual que no existían en el 45, pero sin duda la película da en el clavo respecto a la pérdida de ese espíritu comunitario que si no recuperamos cuanto antes (a escala internacional), nos llevará a caer en un abismo económico aún más profundo que ese en el que nos hundimos sin remedio desde hace años el 99% del que hablaba Occupy Wall Street.
CronicasBarbaras nació en Nueva York, se mudó a Londres y ya no tiene fronteras. Grandes y pequeñas historias que ocurren en el mundo y alrededores. Big and tiny stories about the world and surroundings. In English and Spanish, depending on the mood.
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Apr 8, 2013
Sep 22, 2012
RODRIGUEZ
Sixto Rodriguez no fue profeta en su tierra. Suele ocurrir con muchos grandes. Con demasiados, diría yo. Hasta que anoche no vi el documental Searching for Sugar Man no tenía ni idea de quien era este extraño y fascinante cantante folk que solo editó dos discos excepcionales y al que su productor y gente de la industria que trabajó con él comparó en su momento -finales de los sesenta, principios de los setenta- con el mejor Dylan. Pero al contrario que el bardo más famoso de Estados Unidos, sus discos no hicieron caja y en el reino del dinero, si no lo produces no existes, por mucho talento que tengas (o lo que es peor, el dinero te hace existir incluso cuando no tienes talento).
Pero para Rodriguez, el ostracismo americano ha terminado. Hordas de hipsters y modernos (que llenaban el cine en el que vi este documental premiado en Sundance tanto por el público como por el jurado) pronto consumirán y venerarán la música de un artista de Detroit con nombre latino,
que cantaba en inglés y que pese a ser ignorado por la América de los setenta resulta que en el otro extremo del mundo se convirtió en fenómeno de masas, aunque Rodriguez tardó treinta años en saberlo.
Sus canciones, combinación perfecta de poesía, crítica social y atrevimiento (ya quisieran escribir así los hipsters de hoy), se convirtieron en uno de los símbolos de la contracultura y la lucha contra el apartheid de toda una generación de sudáfricanos que creció creyendo que Rodriguez había muerto suicidándose en público durante un concierto a principios de los setenta.
La realidad es que Rodriguez estaba y está aún vivo y lleva cuarenta años haciendo trabajos de demolición en Detroit, esos trabajos duros que habitualmente nadie quiere hacer en una ciudad en la que la palabra esperanza dejó de existir hace muchos años. Rodriguez no tenía ni idea de que en Sudáfrica era incluso más célebre que Elvis Presley y por supuesto nunca cobró un dólar de aquel millón de discos que llegó a vender en su momento en un país que tres décadas más tarde, al descubrir que aún estaba vivo, le acogió con inmensos honores. (impagable la entrevista con uno de los responsables de Motown Records tratando de minimizar el tema del dinero)
El documental está francamente bien hecho, más de uno debería verlo y aprender a resolver con talento una narración en la que faltaba la principal materia prima con la que se hacen los documentales sobre músicos: sus actuaciones en directo. En el caso de Rodriguez solo hay metraje de algún concierto en Sudáfrica casi treinta años después de la edición de sus discos... y tal como está contada la historia, con el suspense de quien se embarca en una búsqueda improbable que parece imposible (encontrar a un cantante estadounidense que toda América desconoce) ese material no podía utilizarse hasta el final del filme. Cuidadas animaciones suplen esas carencias, creando además una atmósfera intimista que le da aún más fuerza a la narración.
Lo más extraordinario de esta historia, además de la música, quizás sea descubrir, en unas pocas pinceladas, al propio Rodriguez. No todo el mundo vendería su alma al diablo por el éxito y los 15 minutos de fama. Rodríguez resulta ser un personaje modesto, fuertemente comprometido con la política y con la defensa de la clase trabajadora, un tipo de izquierdas, al estilo tradicional, a lo Pete Seeger en cierto modo, un tipo que cuando descubre su éxito y comienza a dar conciertos en Sudáfrica no se muda a una casa más linda ni se liga a la chica más guapa si no que dona gran parte de sus ganancias a amigos y familiares. Al terminar la película seguiremos sabiendo muy poco de él pero el espectador se llevará a casa un sentimiento poco común: el respeto por un artista con mayúsculas que no le hace sombra a la persona (el mundo de los genios está lleno de grandes artistas que no fueron grandes personas). Y muchas lágrimas, porque el cine hecho con poesía hace llorar.
Pero para Rodriguez, el ostracismo americano ha terminado. Hordas de hipsters y modernos (que llenaban el cine en el que vi este documental premiado en Sundance tanto por el público como por el jurado) pronto consumirán y venerarán la música de un artista de Detroit con nombre latino,
que cantaba en inglés y que pese a ser ignorado por la América de los setenta resulta que en el otro extremo del mundo se convirtió en fenómeno de masas, aunque Rodriguez tardó treinta años en saberlo.
Sus canciones, combinación perfecta de poesía, crítica social y atrevimiento (ya quisieran escribir así los hipsters de hoy), se convirtieron en uno de los símbolos de la contracultura y la lucha contra el apartheid de toda una generación de sudáfricanos que creció creyendo que Rodriguez había muerto suicidándose en público durante un concierto a principios de los setenta.
La realidad es que Rodriguez estaba y está aún vivo y lleva cuarenta años haciendo trabajos de demolición en Detroit, esos trabajos duros que habitualmente nadie quiere hacer en una ciudad en la que la palabra esperanza dejó de existir hace muchos años. Rodriguez no tenía ni idea de que en Sudáfrica era incluso más célebre que Elvis Presley y por supuesto nunca cobró un dólar de aquel millón de discos que llegó a vender en su momento en un país que tres décadas más tarde, al descubrir que aún estaba vivo, le acogió con inmensos honores. (impagable la entrevista con uno de los responsables de Motown Records tratando de minimizar el tema del dinero)
El documental está francamente bien hecho, más de uno debería verlo y aprender a resolver con talento una narración en la que faltaba la principal materia prima con la que se hacen los documentales sobre músicos: sus actuaciones en directo. En el caso de Rodriguez solo hay metraje de algún concierto en Sudáfrica casi treinta años después de la edición de sus discos... y tal como está contada la historia, con el suspense de quien se embarca en una búsqueda improbable que parece imposible (encontrar a un cantante estadounidense que toda América desconoce) ese material no podía utilizarse hasta el final del filme. Cuidadas animaciones suplen esas carencias, creando además una atmósfera intimista que le da aún más fuerza a la narración.
Lo más extraordinario de esta historia, además de la música, quizás sea descubrir, en unas pocas pinceladas, al propio Rodriguez. No todo el mundo vendería su alma al diablo por el éxito y los 15 minutos de fama. Rodríguez resulta ser un personaje modesto, fuertemente comprometido con la política y con la defensa de la clase trabajadora, un tipo de izquierdas, al estilo tradicional, a lo Pete Seeger en cierto modo, un tipo que cuando descubre su éxito y comienza a dar conciertos en Sudáfrica no se muda a una casa más linda ni se liga a la chica más guapa si no que dona gran parte de sus ganancias a amigos y familiares. Al terminar la película seguiremos sabiendo muy poco de él pero el espectador se llevará a casa un sentimiento poco común: el respeto por un artista con mayúsculas que no le hace sombra a la persona (el mundo de los genios está lleno de grandes artistas que no fueron grandes personas). Y muchas lágrimas, porque el cine hecho con poesía hace llorar.
May 25, 2010
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE FACEBOOK
This time in Spanish

Protagonista y novia.
Supongo que en otros siglos la gente también se enamoraba por carta, ¿no? Aunque seguramente no era tan común como hoy en día. En el siglo XXI nos enamoramos por email, por Facebook, por Skype o por mensaje de texto. Ocurre a nuestro alrededor constantemente, aunque son pocos quienes se atreven a confesarlo. Las personalidades digitales pueden construirse a medida, pueden ser casi perfectas y para aquellos que tienen una vida física alejada de la perfección o la felicidad, echarle imaginación a su yo digital puede ser incluso terapéutico. El problema llega cuando esa persona a la que tan bien has sabido engañar, se da de bruces con la cruda realidad y descubre el verdadero rostro y personalidad de su idilio digital. Nuestra vulnerabilidad es absoluta.
De eso trata precisamente Catfish, un estupendo documental firmado por los primerizos Henry Joost y Ariel Schulman que tuve la suerte de ver la semana pasada en compañía de Michael Moore, Andrew Jarecki y un pequeño grupo de grandes cineastas neoyorquinos.

Nev Schulman, a quien ahora se lo rifan en Hollywood.
Joost y Schulman decidieron comenzar a filmar a Nev Schulman, (hermano de Ariel) en 2008, después de que éste entablara una extraña relación virtual con una familia de la América profunda. Nev es un fotógrafo neoyorquino que un día recibió por correo un cuadro basado en una foto suya y pintado por una niña de ocho años. A ese cuadro, siguieron otros cuadros, conversaciones con la niña via Facebook, con su madre, con los amigos de su madre y con una hermana casi perfecta de la que poco a poco Nev se fue enamorando. La relación se prolongó durante casi un año hasta que un día Nev decide ir a conocerlos personalmente. Todo lo que ocurre después podría ser parte de una novela, pero es absolutamente real. Y por eso precisamente plantea todo tipo de cuestiones sobre ese otro mundo paralelo en el que hoy vivimos casi todos nosotros.

Nev, Henry Joost y Ariel Schulman
El rodaje de Catfish empezó con la intrepidez con la que arrancan muchas películas en Nueva York: un grupo de cineastas decide apuntar sus cámaras e invertir su tiempo en un proyecto que les parece interesante, sin presupuesto ni subvenciones. Después la historia va creciendo y deciden buscar ayuda: en este caso Jarecki, que vio claro el potencial del filme. Jarecki, buen conocedor de los dramas del alma humana, como demostró su documental Capturing the Friedmans, no dudó en convertirse en el productor ejecutivo de este pequeño pero preciso y brutal documental que refleja como ninguna otra película que yo haya visto hasta ahora las debilidades y las contradicciones de ese mundo de comunicaciones y relaciones virtuales que caracterizan el siglo XXI.
Catfish se estrenó en en el festival de Sundance y provocó todo tipo de reacciones. Desde los que aseguraban que era un zafio montaje a los que le declararon su amor absoluto. A mi me llevó a verlo un íntimo amigo de los directores por lo que no tengo ninguna duda de la veracidad de lo que se cuenta, aunque es cierto que hay momentos en que parece francamente increible. Pero, hey, los mejores documentales suelen ser aquellos en los que la realidad supera a la ficción ¿no? Y éste pertenece a ese género. -además, el protagonista tiene un magnetismo brutal, por algo se lo están ahora rifando en Hollywood. Como se descuide lo convierten en actor-.
De momento no hay trailer, los directores están resolviendo aún varios problemas legales, (las varias personalidades digitales usaban rostros reales y claro, ahora hay que solucionar el embrollo)
pd: La película se estrenará en los cines en septiembre. Estoy preparando un reportaje sobre ella.

Protagonista y novia.
Supongo que en otros siglos la gente también se enamoraba por carta, ¿no? Aunque seguramente no era tan común como hoy en día. En el siglo XXI nos enamoramos por email, por Facebook, por Skype o por mensaje de texto. Ocurre a nuestro alrededor constantemente, aunque son pocos quienes se atreven a confesarlo. Las personalidades digitales pueden construirse a medida, pueden ser casi perfectas y para aquellos que tienen una vida física alejada de la perfección o la felicidad, echarle imaginación a su yo digital puede ser incluso terapéutico. El problema llega cuando esa persona a la que tan bien has sabido engañar, se da de bruces con la cruda realidad y descubre el verdadero rostro y personalidad de su idilio digital. Nuestra vulnerabilidad es absoluta.
De eso trata precisamente Catfish, un estupendo documental firmado por los primerizos Henry Joost y Ariel Schulman que tuve la suerte de ver la semana pasada en compañía de Michael Moore, Andrew Jarecki y un pequeño grupo de grandes cineastas neoyorquinos.

Nev Schulman, a quien ahora se lo rifan en Hollywood.
Joost y Schulman decidieron comenzar a filmar a Nev Schulman, (hermano de Ariel) en 2008, después de que éste entablara una extraña relación virtual con una familia de la América profunda. Nev es un fotógrafo neoyorquino que un día recibió por correo un cuadro basado en una foto suya y pintado por una niña de ocho años. A ese cuadro, siguieron otros cuadros, conversaciones con la niña via Facebook, con su madre, con los amigos de su madre y con una hermana casi perfecta de la que poco a poco Nev se fue enamorando. La relación se prolongó durante casi un año hasta que un día Nev decide ir a conocerlos personalmente. Todo lo que ocurre después podría ser parte de una novela, pero es absolutamente real. Y por eso precisamente plantea todo tipo de cuestiones sobre ese otro mundo paralelo en el que hoy vivimos casi todos nosotros.

Nev, Henry Joost y Ariel Schulman
El rodaje de Catfish empezó con la intrepidez con la que arrancan muchas películas en Nueva York: un grupo de cineastas decide apuntar sus cámaras e invertir su tiempo en un proyecto que les parece interesante, sin presupuesto ni subvenciones. Después la historia va creciendo y deciden buscar ayuda: en este caso Jarecki, que vio claro el potencial del filme. Jarecki, buen conocedor de los dramas del alma humana, como demostró su documental Capturing the Friedmans, no dudó en convertirse en el productor ejecutivo de este pequeño pero preciso y brutal documental que refleja como ninguna otra película que yo haya visto hasta ahora las debilidades y las contradicciones de ese mundo de comunicaciones y relaciones virtuales que caracterizan el siglo XXI.
Catfish se estrenó en en el festival de Sundance y provocó todo tipo de reacciones. Desde los que aseguraban que era un zafio montaje a los que le declararon su amor absoluto. A mi me llevó a verlo un íntimo amigo de los directores por lo que no tengo ninguna duda de la veracidad de lo que se cuenta, aunque es cierto que hay momentos en que parece francamente increible. Pero, hey, los mejores documentales suelen ser aquellos en los que la realidad supera a la ficción ¿no? Y éste pertenece a ese género. -además, el protagonista tiene un magnetismo brutal, por algo se lo están ahora rifando en Hollywood. Como se descuide lo convierten en actor-.
De momento no hay trailer, los directores están resolviendo aún varios problemas legales, (las varias personalidades digitales usaban rostros reales y claro, ahora hay que solucionar el embrollo)
pd: La película se estrenará en los cines en septiembre. Estoy preparando un reportaje sobre ella.
Oct 28, 2009
WOMAN, JOIN THE ARMY! THEN GET RAPED AND SHUT UP!
Did you ever heard about it on CNN, on the New York Times, on the Washington Post? They might have mentioned it briefly but they haven't make any noise about it. It seems it takes a French an a Spanish journalists to try to go deep into a an issue that seems too frightening for the US media: rape in the US army. Pascale Bourgaux was in New York this week for the premiere of 'Rape in the ranks: the enemy within', a short documentary that she directed and that was born after Mercedes Gallego's idea.

Gallego is the New York correspondent for the Spanish daily El Correo, great journalist and a good friend of mine. She was embedded with the American troops during the Iraq invasion in 2003 and she witnessed how the female soldiers feared going alone to the toilet at night. All of them knew that chances of being sexually assaulted were too many. All of them knew that being raped in the army it was too common. All of them knew that perpetrators were left unpunished and all of them knew that the victims were usually advised by their superiors to shut up and let it go. She wrote about it in her newspaper and also in her book Más allá de la batalla (Beyond the battle). She was astonished by the lack of information related to the problem in the American media and six years later nothing seems to have changed.
Bourgaux, who also spent sometime covering the Iraq war, partnered with Gallego to research the subject and this week their 29 minutes documentary finally premiered in American soil -so far only the French tv has screened it-. The film explores the issues through the testimonies of some of those women. It's very disturbing to listen to somebody like Jessica Kenyon, raped twice, once in the US and once in Korea. She quit the army because "it was the only way to escape", in her own words. Her rapists are free and have never being punished. Now she is a counselour for other veterans who have been raped, has a help line (1888 483 8725) and receives about 30 calls a week. It's equally disturbing to listen to a mother whose daughter died in Iraq in her sleep. The army says Tina Priest killed herself with her own gun. Her family doesn't believe it: weeks earlier the 21 years old girl came forward with a rape accusation and she feared for her life. The rapist is still free. In this clip from Democracy Now you can watch some of the film footage:
The statistics speak for themselves: A Pentagon report earlier this year found one in three female service members are sexually assaulted at least once during their enlistment. 63% percent of nearly 3,000 cases reported last year were rapes or aggravated assaults. It's anybody going to do anything about it? At least Pascale and Mercedes did but women in the army need much more than foreign press attention, they need big American headlines and real action. (a note to Spanish readers: Pascale was the only reporter who interviewed the soldiers in the tank that killed Spanish reporter José Couso at the Palestine Hotel). Beyond the crisis of the press, journalists that are still willing to do real reporting are doing it, even without money.
Here a series of links related to the subject:
Study of the American Journal of Industrial Medicine about the estimate of sexual abuse in the US Army (pdf)
U.S. Military Violence Against Women
Helen Benedict, “The Private War of Women Soldiers", Salon.com

'The rape of Cassandra', a detail from The fall of Troy,
Greek pottery, c. 480 BCE
Greek pottery, c. 480 BCE
Gallego is the New York correspondent for the Spanish daily El Correo, great journalist and a good friend of mine. She was embedded with the American troops during the Iraq invasion in 2003 and she witnessed how the female soldiers feared going alone to the toilet at night. All of them knew that chances of being sexually assaulted were too many. All of them knew that being raped in the army it was too common. All of them knew that perpetrators were left unpunished and all of them knew that the victims were usually advised by their superiors to shut up and let it go. She wrote about it in her newspaper and also in her book Más allá de la batalla (Beyond the battle). She was astonished by the lack of information related to the problem in the American media and six years later nothing seems to have changed.
Bourgaux, who also spent sometime covering the Iraq war, partnered with Gallego to research the subject and this week their 29 minutes documentary finally premiered in American soil -so far only the French tv has screened it-. The film explores the issues through the testimonies of some of those women. It's very disturbing to listen to somebody like Jessica Kenyon, raped twice, once in the US and once in Korea. She quit the army because "it was the only way to escape", in her own words. Her rapists are free and have never being punished. Now she is a counselour for other veterans who have been raped, has a help line (1888 483 8725) and receives about 30 calls a week. It's equally disturbing to listen to a mother whose daughter died in Iraq in her sleep. The army says Tina Priest killed herself with her own gun. Her family doesn't believe it: weeks earlier the 21 years old girl came forward with a rape accusation and she feared for her life. The rapist is still free. In this clip from Democracy Now you can watch some of the film footage:
The statistics speak for themselves: A Pentagon report earlier this year found one in three female service members are sexually assaulted at least once during their enlistment. 63% percent of nearly 3,000 cases reported last year were rapes or aggravated assaults. It's anybody going to do anything about it? At least Pascale and Mercedes did but women in the army need much more than foreign press attention, they need big American headlines and real action. (a note to Spanish readers: Pascale was the only reporter who interviewed the soldiers in the tank that killed Spanish reporter José Couso at the Palestine Hotel). Beyond the crisis of the press, journalists that are still willing to do real reporting are doing it, even without money.
Here a series of links related to the subject:
Study of the American Journal of Industrial Medicine about the estimate of sexual abuse in the US Army (pdf)
U.S. Military Violence Against Women
Helen Benedict, “The Private War of Women Soldiers", Salon.com
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