Feb 3, 2009

MICROECONOMIA


Leche? En el deli. Tabaco? En el deli. Papel higiénico? En el deli. Whisky? shhhhhhhhh!!!! Detrás del papel higiénico pero que no te vea nadie. Viagra? Ejem... cómo dice? Así es el 'universo deli'. Nueve años en Nueva York y sigo tropezándome con curiosidades en los delis, esas maravillosas instituciones donde se puede comprar de todo a todas horas, incluida una vela a santa Barbara o un bocadillo recién hecho y detrás de cuyos mostradores dificilmente verás a un estadounidense de raza blanca y sí al resto de representantes de las etnias planetarias.

Hace años descubrí que en el deli de la esquina de mi barrio, apropiadamente llamado Hispanic Chinese Grocery porque Chinatown y el Lower East Side hacen allí frontera, vendían alcoholazo por debajo de la mesa. Al menos así conseguí explicarme por qué a todas horas había borrachos en su puerta. Los delis no tienen licencia para alcohol duro. Tampoco la tienen para vender Viagra pero eso es lo de menos. Esta semana asistí a una muy poco disimulada transacción entre un cliente sonriente y uno de los empleados (dominicano): bolsa de plástico, bote de Viagra, dos pastillas, guiño de ojo, billete de cinco dólares. El empleado me echó una mirada traviesa y trató de hacer como que no pasaba nada. El cliente miró hacia otro lado. Yo sonreí.

Su modesto 'mercado negro' sólo afecta a las farmacéuticas, que ya nadan en cantidadades obscenas de dinero y al estado, que hipócritamente vende alcohol y prohibe drogas mucho menos dañinas. Mi abuela Carmen, que en los años cincuenta trabajaba en el barco 'del marqués ' (de Santillana) que hacía la ruta Santillana-La Habana- Nueva York- compraba a este lado del Atlántico medias de nylon y puros habanos y las revendía a precio de oro en España. Conseguir una pierna más sexy era un bien preciado y fumar puros buenos también. Mi abuela, viuda, explotó esas 'necesidades' tan poco necesarias para sacar adelante a cuatro hijos.

La clientela de mi deli es variada, y entre ella hay gente que quiere alcohol a deshoras y hombres que necesitan un chute de química de vez en cuando para que el sexo les cuadre, les funcione o simplemente les dure más. Es parte de lo que los economistas llamarían microeconomía. En estos tiempos de cifras macroeconómicas y crisis más que macro, me gusta mirar al mundo de las pequeñas cosas. El de los grandes números ha colapsado. Habrá que acostumbrarse a ir más al deli.

8 comments:

  1. Me gustan los delis neoyorquinos, el café, el periódico... y además suelen ser simpáticos, un mundo, como el de los taxis!

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  2. Hola Bárbara,

    Esta es práctica extendida a todo el mundo "occidental". En Barcelona ocurría lo mismo, el típico supermercado, ya fuera caprabo, eroski, syp o lo que sea dejaba de vender alcohol a cierta hora, ni una cerveza, mientras los "paquis" (deli en nyc) seguían sus ventas hasta altas horas de la madrugada. No importan los horarios cuando se tienen bocas a alimentar.

    tomeu

    Los grandes números, esos datos macroeconómicos complicados de resolver, (todavía no acabo de entender como se multiplian miles de millones de dólares o porqué son diferentes los billones estadounidenses de los billones europeos) están como tu dices colapsados, y espero que pronto alguien haga acopio de una buena reforma financiera...cada vez más me enloquece pensar en el desequilibrio.

    Hace poco me contaron que el hijo de una cadena de hoteles (350 en todo el mundo) le decía a una compañera también millonaria aunque menos que él, que ella era clase media baja, y que el hijo de los hoteles solo clase media. Tiene dos yates y una calidad de vida que poca gente en el mundo podrá disfrutar o en la que podrá naufragar. Según la teoría de este muchacho yo debo pertenecer a la clase baja o debo rozar el umbral de la pobreza.

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  3. A mi madre le encantaría que yo me enamorara de un millonario pero siempre que conozco a alguno,(muy de vez en cuando)no conectamos. A lo mejor lo que pasa es que huelen que yo también rozo el umbral de la pobreza... En cualquier caso, dice un dicho popular, el dinero no da la felicidad. Los que nos lo gastamos sin pudor cuando lo tenemos y luego comemos latas de atún cuando no lo hay somos más felices, creo yo, si no hay bonus, no podemos sufrir si nos los recorta Obama... Tú qué opinas Tomeu?

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  4. Pues opino que no me gusta el dinero, tal vez sea porque no lo tengo, pero creo que no podria con él. Si que debe ser verdad que el dinero no da la felicidad, pero igual será algo que no lograré saber en la vida.
    Y si, es una suerte no tenerlo para que Obama no nos lo pueda recortar, aunque sigue pareciéndome una "barbaridad" que el tope sigan siendo 500.000 dólares. Seguro que el trabajador jamás en la vida trabajando para ese empresario llegará a tener tal cantidad, o puede que llegue, pero sin verlos nunca juntitos.

    En fin...sigamos escribiendo...y fotografiando.

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  5. Cuánta sabiduría hay en ese comentario. Ooooooh cuánto echo de menos el Lower East Side. Bárbara, dejémonos de tonterías. TIENES que liarte con un millonario desprendido, con vocación de mecenas, para que pueda ir a NYC a llevar la vida bohemia (vid. vídeo de La Hora Chanante) bajo su generoso cobijo y mecenazgo. ¿Qué te parece la idea? ; )

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  6. Barbar querida, no vayas de auténtica por la vida que se te ve el plumero a la primera y das una pereza mortal. ¿Porqué no escribes de quién realmente eres y no de quién te gustaría ser? Resultaría todo un poco menos aburrido y evidente.

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