Oct 1, 2015

APRENDER A ESCUCHAR

[Este artículo se publicó originalmente en la revista Ctxt el 23/6/2015]

Del vientre de alquiler a la gestación subrogada en menos de 24 horas. ¿Qué me pasa, doctor? Es difícil explicar la transformación lingüistica que se ha producido en mi cabeza, sobre todo teniendo en cuenta la polarización con la que todo parece vivirse últimamente en todas partes. Al humano en general escuchar no se le da bien. Al español en concreto se le da francamente mal. Yo soy un híbrido al que además he de añadir una madre italiana y quince años viviendo lejos de mi país natal. Y a menudo, sí, también me polarizo. Pero para superar prejuicios no hay nada como aprender a escuchar. Y si eres periodista debería ir en tu adn aunque por lo que he leído últimamente por ahí tengo serias dudas de que escuchar esté unido al gen del reportero.

Hace unos meses me alteró mucho descubrir que un conocido iba a gastarse unos 200.000 dólares en un vientre de alquiler. Su pareja no puede concebir. La primera imagen que me vino a la cabeza fue "Año 2030, una fábrica en Tijuana llena de adolescentes mexicanas procreando como conejas para parejas pudientes norteamericanas". No sabía si eso estaba ocurriendo ya o no, pero aún así, fue esa imagen orwelliana la que ilustró la noticia en mi imaginación. "El horror, el horror", pensé mientras se me ponía cara de Marlon Brando en Apocalipsis Now.

Vivimos rodeados de parejas y mujeres que quieren concebir y no lo consiguen. A menudo es un problema ligado a la edad, pero no siempre. Por no hablar de las que no pueden por imposición biológica, las parejas gais. Primero el hito fue la fecundación in vitro en los ochenta, y ya entonces católicos y no tan católicos pusieron el grito en el cielo ante lo que se consideró una abominación. Tres décadas más tarde y dado el volumen de negocio que manejan las clínicas de reproducción asistida dan ganas de preguntarse si lo normal es ir una clínica y concebir y lo raro echar un polvo y quedarse embarazada.

Por eso el anuncio de un congreso sobre vientres de alquiler en Londres me pareció un planazo. En mi casa me miraron raro –¿en serio? ¿en eso vas a invertir un sábado?-- pero fui madre hace dos años y en mi cabeza era incomprensible que alguien quisiera pasar por un embarazo por dinero y encima, después del esfuerzo, deshacerse del inquilino. Además aún hay tantas lagunas legales y morales en torno al tema que me pareció que siendo periodista debía de tratar de acumular la mayor cantidad de información posible para entender de qué estamos hablando, porque este tema va a seguir creciendo y estaremos escribiendo sobre él durante la próxima década. Así que me apunté a la UK Surrogacy Conference y traté de dejar en casa los prejuicios.

Los asistentes eran una mezcla de parejas homosexuales y heterosexuales en busca de información, parejas homosexuales y heterosexuales dispuestas a compartir su experiencia, mujeres británicas y americanas que le habían prestado su vientre a otras mujeres, por dinero en el caso americano, por altruismo en el británico ya que está prohibido por ley hacerlo cobrando, como máximo se llevan 15.000 euros para hacer frente a gastos extra como baja por maternidad o ropa de premamá.
Había médicos especializados en reproducción asistida, incluido uno de los pioneros de la fecundación in vitro, que recordó emocionado cómo en 1981 vio nacer el primer niño concebido artificialmente; había responsables de clínicas privadas de países como India vendiendo las mieles de su profesionalidad, abogados y expertos en leyes y por supuesto no faltaba la que desde mi punto de vista es la bestia negra del asunto de la maternidad subrogada: las agencias.

Si yo tuviera espíritu empresarial montaría una agencia como Worlwide Surrogacy, Surrogacy without borders o Growing Generations. En algunas de ellas hay hasta 8 meses de espera para conseguir una 'madre de alquiler'. "La expresión correcta es una gestante. En la mayoría de los casos ni siquiera el óvulo es suyo sino que proviene de una donante anónima" me explica Antonio Vila Coro, uno de los fundadores de la asociación española Son nuestros hijos, que agrupa a los padres españoles que han procreado utilizando esta técnica de reproducción asistida y que hoy luchan por conseguir la regulación de la gestación subrogada en España, prohibida en nuestro país, y también el reconocimiento legal de sus niños, que aún se encuentran con muchas trabas incluso para conseguir un pasaporte español.

¿Por qué no me gustan las agencias? Muchos padres que hoy lo son gracias a su intervención me dirán que estoy siendo injusta, pero sinceramente esa media de entre 150.000 y 200.000 dólares que cuesta ser padres por gestación subrogada en Estados Unidos me parece un disparate. La gestante se lleva unos 30.000 dólares limpios, el resto se va en cuidados médicos, trámites legales y gastos de viaje. Es cierto, no hay nada oscuro, los gastos médicos en Estados Unidos son absurdamente caros, la gestante tiene derecho a cobrar por lo que hace, el papeleo siempre tiene un precio y los viajes cuestan lo que cuestan. Pero el intermediario, la agencia, se forra: se llevan entre 20.000 y 30.000 dólares por pareja. Claro que en España implantarte un óvulo fecundado en una clínica privada cuesta entre 6.000 y 10.000 euros. Sin duda es uno de los negocios del siglo XXI.

¿Ventajas? Estados Unidos es el único país del mundo en el que todo este tema está regulado, por lo que es difícil llevarse sorpresas. ¿Qué pasa si la gestante subrogada se arrepiente al dar a luz? No puede. Ha firmado un papel desde el momento en que aceptó embarazarse. La agencia se ocupa de encontrarla --sólo el 1% de las que se ofrecen a serlo son aceptadas--. "Es un proceso de selección muy drástico porque aunque la gestante cobre, tiene que mantener una relación con la pareja, el proceso se alarga más de un año y por lo tanto no vale cualquiera", me explica Kelly Enders-Thap, que ha sido gestante subrogada tres veces, ahora trabaja para la agencia Growing Generations y además tiene tres hijos.

Eso, por ejemplo, fue mi primera sorpresa: tienes que haber sido madre antes para poder ser gestante subrogada. Yo no tenía ni idea. "Eso te permite saber qué tal son tus embarazos y además elimina la problemática de 'me quiero quedar con el niño'. En mi caso yo ya tenía tres, no quería que mi familia creciera, sin embargo, me gustaba mucho estar embarazada y así fue como probé la primera vez", me explica Kelly. "Además, si eres madre sabes lo bonito que es serlo. Ayudar a quienes no pueden concebir es un acto de generosidad que te hace sentir muy feliz".

Y ahí llegamos a mi visión apocalíptica. ¿Qué ocurre cuando la gestante subrogada es una mujer india, o mexicana, o nepalí con problemas económicos? ¿Mujeres que en algunos casos ni siquiera saben leer y firman los documentos con la huella de su dedo a cambio de unos 1.000 dólares por mes de gestación --un dineral en esos países--? Los costes para los aspirantes a padres se reducen drásticamente: tu hijo te cuesta la mitad que en Estados Unidos aunque puedes tener muchos problemas de tipo legal y sacar al bebé del país puede convertirse en una pesadilla. Además, los 'peros' morales se multiplican. "Se crea una paradoja: si lo haces en países pobres parece que estás explotando a las mujeres, pero si lo haces en Estados Unidos favoreces la cara comercial. La paradoja no se resuelve, por eso lo deseable es que la gestación subrogada ocurra en tu entorno socioeconómico", subraya Antonio Caro.

Una de las agencias con las que hablé me vendió las maravillas de la gestación subrogada en México: madres solteras con un hijo propio como mínimo a las que alojan durante la gestación en apartamentos monísimos y les dan cobertura sanitaria y comida sana y unos 1000 dólares al mes. Son Surrogacy without borders: "Ellas sólo tienen que cuidarse y cumplir con el toque de queda: no pueden salir a la calle después de las nueve. Es para asegurarnos de que se cuidan y así cuidan del bebé". Horror, mi visión de la fábrica de mujeres en Tijuana comienza a materializarse. Lamentablemente, ninguna de esas mujeres ha acudido al congreso para contarnos su versión.

¿Y por qué no adoptan, se pregunta mucha gente? "Ojalá pudiéramos". La respuesta es casi unánime entre las parejas presentes: hay tantas trabas a la adopción que al final, pese a todos los problemas, resulta más fácil esto. Además, añade Vila Coro, "nadie cuestiona a una pareja heterosexual cuando va a una clínica de reproducción asistida para tener a su hijo biológico, ¿por qué se cuestiona a los que, como en el caso de las parejas gays, sólo podemos tenerlo por subrogación?".

Después de pasarme el día escuchando las historias personales de quienes han conseguido un hijo por gestación subrogada y las de varias gestantes que lo hicieron por amor al arte --"la gente piensa en nosotras como mujeres pobres y sin recursos pero yo tengo dos masters, no es algo que haya hecho estrictamente por dinero", me confirma Kelly - salgo del congreso con las emociones muy alteradas: varias historias me han hecho llorar como si estuviera viendoEstrenos TV.

Además, mi percepción ha cambiado: la gestación subrogada ya no me resulta apocalíptica, aunque hay mucho camino por andar. Me costaba creerlo pero ahora lo creo: se puede ser tan generoso como para llevar en el vientre un hijo que biológicamente no es tuyo y además nunca criarás. Esas mujeres existen, y ellas mismas me lo han explicado. Si la decisión la ha tomado una mujer libremente en un país donde sus libertades son respetadas y con toda la información en la mano, no hay condena posible. Lo apoyo, y creo que los gobiernos deberían intervenir para facilitarlo, además de para eliminar o al menos rebajar el componente fuertemente comercial que la subrogación ha adquirido.

El problema surge cuando las mujeres toman esa decisión en países como India o México por pura desesperación económica. Por ahí no paso. Esa imagen me crea rechazo, infinitas dudas y sobre todo contribuye a la construcción de un futuro orwelliano cercano al de Mad Max. A pesar de ello, salgo del congreso llamando a las mujeres 'gestantes' y no 'vientres de alquiler'. El lenguaje es importante. Y aprender a escuchar también. 


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