[Artículo originalmente publicado el 16/6/2015 en la revista Ctxt, donde colaboro semanalmente]
En ‘Juego de Tronos’ la vida política se
ameniza decapitando de vez en cuando a un rival en algún área urbana
concurrida, o despellejando vivos a los enemigos en la plaza del pueblo. En el
apartado ‘ocio y festejos populares’ también está el placer de ver a alguien luchar
por su vida en esa especie de foro romano donde el pueblo se envilece ante la
sangre y la Khaleesi palidece como una Maria Antonieta posmoderna. Mientras
todo eso ocurre en una ficción escrita sobre los vestigios de nuestros hábitos
pasados, en el mundo ‘civilizado’, en cambio, gran parte de los guiones se
escriben en Twitter. A nuestra Khaleesi local, Manuela Carmena, no le ha dado
tiempo ni de ajustarse las gafas tras ser nombrada alcaldesa que ya le ha
tocado asistir a unos sangrientos juegos virtuales donde los leones digitales
trataban de fagocitar a su concejal de cultura por unos chistes sobre el
holocausto y las víctimas de Eta cincelados online en twitter hace cuatro años.
No hace falta que haga ‘apología del
zapatismo’ porque considero que Guillermo Zapata, el ya ex concejal de cultura,
se ha sabido defender estupendamente en múltiples foros, tanto en rueda
de prensa como en textos
al hilo de la polémica y en otros
escritos mucho antes donde dejaba constancia de sus reflexiones respecto a
esa idea cada vez más compleja llamada humor. Lamentablemente tener argumentos
para defenderse de las acusaciones de antisemita sirve de poco frente a los
guionistas de la realidad digital. El ensañamiento virtual y el linchamiento al
que ha sido sometido en las redes resulta grotesco, incluso aterrador, porque
nos demuestra que la civilización ha avanzado muy poco desde los tiempos
(ficticios) de Juego de Tronos.
Miles de ciudadanos anónimos, además de
periodistas, políticos y famosos han decidido interpretar sus tuits de forma
literal y fuera de contexto, como
lo hicieron con el director de cine Nacho Vigalondo. Caza de brujas parece
una buena descripción para su caso. Pero aunque a muchos nos pese, lo cierto es
que ése es un riesgo inherente a la existencia digital y si hay alguien que
debería saberlo es precisamente quien tiene presencia constante en las redes. El
propio Zapata debería haberlo previsto: su cuenta (hoy borrada) tenía más de
50.000 tuits. Obviamente entre tantos miles de palabras siempre se puede
encontrar algo que utilizar como carroña. Y cuando se entra en el juego de la
política convencional, todo es susceptible de convertirse en alimento para las
bestias, como nos recuerda cada semana Juego de Tronos, o House of Cards, o
cualquier periódico.
Ahora hay que contar con la nueva
inquisición, las redes sociales, como explicaba con detalle Javi
Salas en este texto brillante. Ellas son una máquina imparable con el
efecto expansivo de una cabeza nuclear y así se ha alimentado gran parte de la
rabia y la furia contra Zapata. Aunque no está de más recordar que en este caso
la prensa también ha jugado una carta
muy clara en el linchamiento del concejal. Y es que, como me dijo tras
las elecciones británicas Charlie Beckett, especialista en medios de
comunicación y política, “sería estúpido decir que la prensa de papel ya no
influye. Es más, creo que se le da demasiada importancia a las redes sociales.
Las redes retro-alimentan nuestras creencias pero no sirven para que la gente
cambie de opinión. Creo que la prensa aún tiene ese poder”.
Aún así, todo el que utiliza las redes
sabe que se expone al escarnio público por escribir cualquier cosa que no tenga
un sentido claramente definido. Los matices del lenguaje, esos que convierten
la palabra en un placer del que disfrutamos muchos, pierden su poder frente a
la dictadura de la literalidad de los 140 caracteres.
Dimisión es una palabra ajena a la
política española. Pero en el ámbito del 15M y los indignados, de donde procede
Zapata, se ha pronunciado a menudo y se ha exigido de forma constante. Sin
éxito. Ahí está la cúpula del PP, que según
un juez y no twitter, cobró sobresueldos durante más de una década y hasta
construyó su sede madrileña con dinero negro, pero eso no es motivo de
dimisión. Sí lo es, parece, decir chorradas potencialmente ofensivas en la red cuatro
años antes de meterse en política. A mí no me parecen errores del mismo calibre
pero aún así Zapata ha dimitido. Forzado por la polémica o consecuente con lo
que él le ha exigido a otros, la cuestión es que ha dado un paso poco habitual
en nuestro entorno político. Si la política fuera justa debería tener un efecto
boomerang y deberíamos empezar a ver una lluvia de dimisiones en los viejos
partidos pero lamentablemente, todos sabemos que no hay justicia en la
política.
Estaría mal escribir sobre Zapata sin
aclarar antes que he trabajado con él. No somos amigos, no le conozco en
persona, sólo por Skype, pero he mantenido una relación profesional con él. Lo
digo para que nadie venga a reprochármelo buceando en el pasado de mis escasos 5962
tuits.
El domingo, mientras comenzaba a escribir
esta columna, y antes de conocer el desenlace final de esta historia, me
imaginaba a miles de personas con sus tabletas o sus móviles escondidos dentro
del periódico. “Cariño, voy al cuarto de baño”. Y allí, en la intimidad
incomparable que sólo el señor Roca es capaz de ofrecer, iban cayendo por el
desagüe millones de tuits susceptibles de ser malinterpretados, o escritos con
ferocidad en un arrebato momentáneo, o al revés, redactados tras mucho pensar
para parecer el más ingenioso, o el más agudo, o el más brillante pero todos
con demasiados matices como para sobrevivir a la dictadura de la corrección
política que impone el siglo XXI. Tanta literatura espontánea, incluso moderna,
viajando hacia el olvido a través de nuestras tuberías por miedo al escarnio
público. Sin duda, material de primera para un guionista y Zapata lo es. Espero
que cuando deje la política escriba una serie contándonos éste y otros
capítulos del juego de tronos madrileño.
Wonderful blog. Thanks for sharing. Ryan
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