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Sep 18, 2012

OWS: HISTORIA AGRIDULCE DE UNA REVOLUCIÓN

17 septiembre 2012


Ayer se cumplió un año desde aquel 17 de septiembre en el que escribí por primera vez sobre Ocupa Wall Street. Ante su primera convocatoria, en la prensa nadie daba un duro por ellos. Yo fui afortunada: un jefe de Madrid con olfato me escuchó y me dejó publicar la primera crónica, la de su primera manifestación aquel 17 de septiembre, a la que siguieron muchas otras. Eso sí, al principio solo se publicaban en internet porque aunque los periódicos españoles dicen que su apuesta es la red, lo cierto es que solo permiten que llegue al papel lo que consideran 'realmente importante', un criterio que nadie me ha llegado a explicar con claridad y que imagino que para los lectores que no compran papel (la mayoría), es absolutamente irrelevante.

¿En qué momento se convirtió OWS en 'noticia' como para llegar al papel? Cuando hay manifestaciones los responsables de los periódicos suelen preguntar "¿hay follón? ¿ha habido bronca? ¿han arrestado a mucha gente?". Es decir, las protestas son noticia cuando hay números y violencia que poner sobre el papel. Las ideas, por lo general, si se expresan de forma pacífica pierden fuerza periodística, aunque sean válidas o incluso revolucionarias. Cosas (feas) del periodismo. (A Martin Luther King le costó varios años llegar a los periódicos).

En este caso "el follón" se montó un 2 de octubre, cuando 700 personas fueron arrestadas sobre el puente de Brooklyn. Y de repente, mis artículos llegaron al papel, y los de miles de periodistas a miles de rincones del mundo. De repente se hablaba de la profunda división entre ricos y pobres, de los efectos reales de la crisis hipotecaria -desahucios-, de la abrumadora deuda de los estudiantes, de la ficción del tan cacareado 'american dream', de los preocupantes conexiones entre Wall Street y la administración Obama (empezando por Timothy Geithner y Lawrence Summers). Y no solo se hablaba en la calle y en los periódicos: OWS llegó al discurso político, a la boca de Obama, del Congreso, de los senadores y hasta se discutieron con ahínco leyes como la 'millionaire tax', mientras la deuda de los estudiantes se convertía en una constante que hoy sigue asomándose a la campaña electoral...


El 99% se hace notar durante las protestas del año pasado.

Una protesta que comenzó timidamente y que en su primer día incluso defraudó por su baja asistencia a muchos de los implicados, comenzó a hacerse fuerte en una plaza anodina e inhospita del barrio de Wall Street. La comodificación abrumadora a la que llega la sociedad estadounidense permitió sin quererlo que Zuccotti Park se transformara en el cálido Liberty Square gracias a la imposibilidad de la policía de desalojar una plaza que pese a estar en el centro de la ciudad resultó ser de propiedad privada. Y así, de una idea utópica - ocupar wall street- nacía un ágora de pensamiento, reunión y discusión, un experimento en ciudadanía que le dio a esta urbe dura y egoista una pátina de humanidad francamente necesaria en la que un movimiento nacido de grupos de activistas tradicionales colisionó y se fundió con miles de personas sin background político que sin embargo, por primera vez en décadas, se atrevieron a cuestionar su propia sociedad y a expresar sus deseos sobre cómo mejorarla.

Matar el espacio físico fue esencial para dinamitar un movimiento cuyo mayor mérito creo que fue permitir que el ciudadano volviera a soñar con la posibilidad de un mundo mejor. Suena cursi pero no es ninguna chorrada. En un país tan hostil hacia el débil como Estados Unidos, y en un contexto mundial de crisis y ensañamiento precisamente con esa parte de la población, cuando Europa entera parece dispuesta a emular lo peor de Estados Unidos, imaginarse cosas que parecen imposibles no es poco. 


 Vendedor de chapas en Zuccotti Park ayer.

Pero sin lugar de reunión ya no hay masa, y aunque la prensa cacaree a menudo sobre 'el poder de las redes sociales', el poder de la masa física sigue siendo imbatible (con la excepción de la ciberguerra). Y los políticos lo saben. (y volvemos a los números, es la masa la que lleva las protestas a la prensa). Y aunque tras el desalojo de Zuccotti Park miles de personas continuaron activas por todo el país y surgieron múltiples grupos que han seguido trabajando a lo largo de todo el año, generando ideas, debates, proyectos, el movimiento OWS "ha sido privatizado por unos cuantos líderes" me decía el otro día alguien que estuvo muy vinculado a él. Y encima, ya no era tan sencillo ir a su encuentro como cuando residía en la plaza. Quienes se asomaron a OWS desde la curiosidad y se vincularon al movimiento poco a poco, en cierto modo han quedado fuera de juego al entrar en acción las clásicas fórmulas de liderazgo y luchas de poder que acaban aburriendo o agotando a quienes ya no creen en la política clásica (que somos la mayoría).

Ayer volví a pasear por Zuccotti Park pero fue un paseo de sabor agridulce: quizás hubiera 500 personas pero los números aquí dan igual. Era lo que se respiraba en el ambiente, lo que se veía, lo que se sentía: un intento desesperado por resucitar un momento en un plaza que ya no es la que fue en un momento que también ha pasado. Y sin embargo, aunque allí hubiera mucho perroflautismo, muy poca mezcla social y racial, demasiados locos (de los de manicomio) y hasta gente vendiendo chapas (antes se regalaban), lo que aún flotaba en el clima de Zuccotti es la sensación de que los ciudadanos tenemos que hacer algo si queremos cambiar el negro destino que nos han pintado nuestros dirigentes. Cuando un tipo como Mitt Romney, que aspira y podría llegar a presidente, es capaz de decir sin despeinarse (ver el video de arriba que hoy es escándalo nacional) que su trabajo "no es preocuparse por ese 47% de la población que piensa que tiene derecho a la sanidad, a la comida, a una casa (...), a los que nunca convenceré de que tienen que tomar las riendas de su propia vida" (y no depender del gobierno) se impone realmente algún tipo de revolución. Así que aunque muchos declaren muerto OWS y otros movimientos como el 15M, es imprescindible reconocerles el mérito de haber puesto una semilla de duda, inquietud e indignación en la cabeza de millones de ciudadanos. Aprender a regarla y transformarla en acciones con efecto real es lo más difícil. Y no vale decir "es que este movimiento ya no es lo que era" e irse a tomar cañas. O culpabilizarlo por el triunfo de Rajoy en las elecciones. La situación es crítica y hay que atreverse a seguir imaginando que los ciudadanos podemos cambiar el status quo. Gritar "estoy harto", como hacía Peter Finch en Network, debería ser sólo el principio.

Nov 10, 2008

TURISMO ELECTORAL Y LAGRIMONES EN CHICAGO

(esto lo escribí en plena efervescencia electoral)

4 de Noviembre de 2008. Obama acaba de ganar las elecciones y yo acabo de llegar a mi hotel en Chicago:

El que diga que no lloró esta noche en Chicago, miente. Se vendían camisetas de la victoria desde el día antes. Daba igual la raza o la edad, absolutamente todos en la ciudad que una vez fue de Al Capone paseaban ayer por la mañana exhibiendo sobre su vestuario alguna referencia al candidato demócrata. Pero cuando los votos hicieron real el sueño de ver a Barack Obama convertido en el nuevo presidente de Estados Unidos, lo importante ya no era la camiseta, la chapa o la gorra sino la borrachera de soul que inundó a las cerca de 200.000 personas congregadas en el parque donde Obama dio su primer discurso como presidente. ‘Sweet home Chicago’, ese gran clásico del blues, hizo bailar a todos los presentes mientras esperábamos a que Barack hiciera historia con sus primeras palabras tras la victoria.

Creo que sólo la música tiene esa capacidad embriagadora y unificadora que ayer yo sentí en medio de esa masa de gente de raza negra y blanca mezclada como pocas veces he visto en Estados Unidos. Vivo en este país desde hace nueve años y lo habitual es ver un grupo de blancos con una o dos personas de raza negra o viceversa. -Seguro que Eminem me daría la razón-. Y en Chicago, una ciudad particularmente segregada con barrios racialmente bastante definidos, no es precisamente común ver a ambas razas tan densamente mezcladas. Es más, el propio Barack se había dedicado a poner de trasfondo televisivo en sus mítines a un montón de blancos salpicados con algún afroamericano, por si le parecía ‘demasiado negro’ a los que se temía que no querrían a alguien de su color en la Casa Blanca. - Pero hoy yo no quiero atacarle porque, como todos aquí esta noche, también yo he llorado como una magdalena-.

En Chicago, hace cuarenta años, jóvenes demócratas persiguiendo el cambio de rumbo ético e ideológico de su país fueron machacados a golpes por la policía durante la vergonzosa Convención Demócrata del 68. Entonces la mayoría eran blancos, los jóvenes afroamericanos comenzaban apenas a involucrarse en política. Han tenido que pasar cuatro décadas para que ese mismo escenario fuera testigo de otra encrucijada histórica donde aquella generación apaleada –los idealistas del 68 reconvertidos en yuppies del 2000 y pico- y otras nuevas, han conseguido juntas darle la vuelta al pasado y soñar con el futuro. Y esta vez, todas las razas –y edades- estaban presentes y además, unidas. Y su emoción era contagiosa. Cuando toda una ciudad sonríe y llora a la vez, es imposible negarse a creer en lo que ellos creen. Es como un hechizo. O como una droga.

Cuando Obama pisó por fin el escenario y comenzó a hablar –lo hace muy bien pero… qué bueno es el speechwriter que le escribe los discursos!!!!- , los gritos de alegría los silenció la admiración, aunque las lágrimas no pararon de llover de todos esos ojos espectantes y aún incrédulos porque había quien aún no se podía creer lo que estaban viviendo. “Porque nunca pensé que vería este día”. “Porque mi padre murió por conseguir esto”. “Porque Bush se acabó”. En fin, los por qués en boca de los estadounidenses los leereis hoy en todos los periódicos. Yo ahora prefiero las sensaciones.

Cuando comenzó la letanía-obamaniaca, esa parte del discurso en la que tras un Yes we can, todo el parque repetía, Yes we can, Chicago se transformó en un templo religioso, Obama era el gurú, los ciudadanos sus apóstoles. Será el efecto de toda esa gente desprendiendo buen rollo o toda esa alegría colectiva, o ese discurso inteligente, no sé, es extraño, pero pese a mi alergia a las religiones, la sensación de comunión colectiva que impregnó la noche me hizo sentir muy bien. Ni movil, ni internet, ni ipod, ni facebook !!!!gente que se abraza, se mira, se ríe, se habla sin conocerse, llora, qué subidón de humanidad!!!!!He bebido y celebrado como si fuera americana, ¡qué cosas! aunque supongo que después de ocho años aguantando a Bush ya me he ganado medio pasaporte. El otro medio espero ganármelo haciendo turismo electoral. Yes we can!!!