[Continúo la reproducción de mis columnas de opinión para la revista CTXT. Aquí la publicada el 10 de marzo de 2015. Éste es el link a la original.]
Albert Maysles,
inventor de la empatía cinematográfica, el hombre que nos enseñó que un
documental podía ser, simplemente, capturar el fluir la vida frente a la
cámara, como hizo en su ya mítica ‘Grey Gardens’, falleció
el pasado 5 de marzo dejando tras de sí más de cincuenta títulos en su mayoría
esenciales para los enamorados del cine documental. Son películas como ‘Gimme Shelter’,
sobre el tour de los Rolling Stones que acabó en el trágico concierto de
Altamont, donde un fan fue apuñalado frente a la cámara, o ‘Salesman’,
un retrato tan triste como realista de la vida de los vendedores de biblias a
domicilio, pasando por la dolorosa y tierna instantánea de Big Edie y Little
Edie, las primas de Jacqueline Onassis, inmortalizadas por su cámara existiendo
al margen del mundo en una mansión en decadencia en los Hamptons en ‘Grey
Gardens’.
Leslee Udwin, directora de ‘Indias’ Daughter’, no
es Albert Maysles y no tiene su talento ni su sutileza. Pero en el universo del
documental, no sólo pesa la voz del autor sino el material que ha sido capaz de
conseguir y a veces eso basta para entregarnos un documento excepcional. Su
documental sobre el asesinato de Jyoti Singh, la estudiante de 23 años que
murió tras ser violada y prácticamente despedazada por cinco hombres en un
autobús en Delhi en diciembre de 2012, ha abierto una guerra entre la BBC y el
gobierno indio, que ha censurado la emisión del filme. La batalla desatada ha
sido de tal proporción que la BBC decidió adelantar del día 8 al día 4 de marzo
la emisión de la película en el Reino Unido por miedo a las presiones que el
gobierno indio estaba ejerciendo sobre el británico. No obstante censurar
imágenes en el siglo XXI siempre es contraproducente, como bien sabe TV3, que
cortó unos minutos del documental Ciutat Morta para
encontrárselos íntegros a las pocas horas en Youtube.
‘India’s Daughter’ también se ha podido ver durante unos días online, aunque el gobierno indio también le ha pedido a Youtube que lo retire de la web. En el epicentro del conflicto yace la desasosegante y detallada entrevista con el conductor del autobús en el que se violó a la joven y en la que este hombre hoy condenado a muerte junto a los otros tres asesinos (el quinto se ha suicidado) relata desde la cárcel y con absoluta tranquilidad todos los pormenores de una violación salvaje que justifica con frases como esta: “Mientras la violaban no debería haberse opuesto. Debería haberse quedado callada y dejarse hacer. Después de violarla la habrían dejado ir” o aún peor: “No se puede aplaudir con una mano, se necesitan las dos. Una joven decente no puede estar por ahí a las 9 de la noche. Una mujer es más responsable de su violación que un hombre”. Según el gobierno indio, la entrevista se consiguió sin permiso y además lo que dice el violador “es una afrenta para las mujeres indias” clama, aunque tras el intento de censura subyace el miedo a la mala imagen que palabras así le dan a su país y el temor a que si se escuchan en India haya un nuevo estallido social como el que se produjo tras aquella agresión.
Mientras veía el documental, además de
sentir como se me erizaba el pelo, me preguntaba cómo lo habría filmado
Maysles. Sin duda formalmente hubiera sido diferente puesto que Leslee Udwin
utiliza muchos de los trucos de los que el neoyorquino renegaba, desde la
reconstrucción dramatizada de los hechos a las entrevistas en formato cabeza
parlante, aunque ha sabido editar muy bien las palabras que nos muestra y no
hay narrador omniscente, las declaraciones van construyendo la historia, algo
que es puro Maysles. La directora también tiende a manipular al espectador con
los viejos trucos del documental televisivo: las lágrimas de los padres de
víctimas y verdugos y la música que apunta directa al corazón en los momentos
más emotivos. Y pese a todo, consigue su objetivo: tan esencial es ‘Grey
Gardens’ para entender la fragilidad del ser humano como ‘India’s Daughter’
para comprender por qué en India se viola a una mujer cada veinte minutos.
La confesión serena del violador
entrevistado es tan sincera como desgarradora porque refleja la ignorancia en
la que se ahogan no sólo él sino millones de indios criados en la pobreza más
extrema y para los que una mujer no tiene más peso que unas alpargatas viejas.
Es lo que aprendieron desde niños, cuando sus madres les daban más comida que a
sus hermanas por ser el varón de la familia. Pero después uno asiste a la
entrevista con sus abogados y la indignación se dispara porque ellos sí son
hombres intelectualmente preparados, que tuvieron acceso a la educación y sin
embargo, justifican la violación con frases como “En la India tenemos la mejor
cultura. En nuestra cultura no hay espacio para las mujeres” o “Si mi hija o mi
hermana tuviera relaciones prematrimoniales yo mismo la rociaría con petróleo y
le prendería fuego delante de mi familia”. Éstas entrevistas, más allá de la
polémica que han generado –ahora el colegio de abogados de Delhi se plantea si
retirarles la licencia por esas declaraciones-, son lo que convierte esta
película en un documento único.
Tanto Maysles como Udwin buscaban lo
mismo, lo que buscamos todos los que en algún momento hacemos un documental: hacer
partícipe al espectador de una realidad que nos era ajena, que desconocíamos,
en la que quizás nunca habíamos pensado o que por alguna razón nos atraía.
Maysles se movía en un terreno más poético y trataba simplemente de ser testigo
silencioso. Udwin no puede evitar tomar partido (¿cómo no hacerlo ante un crimen
tan atroz?) pero más allá de darle voz a las defensoras de la igualdad sólo le
ha hecho falta preguntar a quienes perpetraron o defendieron el crimen para mostrar
el tortuoso camino que aún tienen por delante las mujeres indias no ya para
conseguir la igualdad, sino simplemente para conseguir que el 50% de la
población, los hombres de su país, las miren como a seres humanos.
Leslee Udwin, británica, también fue
víctima de una violación. Pero lo que la movió a pasar dos años de su vida
filmando este documental no fue el horror ante el crimen perpetrado contra
Jyoti, que sin duda resonó en sus propias carnes. “El motivo fue la protesta
extraordinaria que tomó las calles. El grito de ‘ya basta’. Una cantidad sin
precedentes de hombres y mujeres, día tras día, se enfrentó a una feroz
represión gubernamental que incluía bastonazos, cañones de agua y gases
lagrimógenos. Protestaban por mis derechos y por los derechos de todas las
mujeres. Eso me dio optimismo. No puedo recordar haber visto algo así en ningún
otro país a lo largo de mi vida” ha declarado en una entrevista la cineasta.
Suscribo sus palabras. Yo nunca he visto
enfrentamientos en la calle por los derechos de la mujer como los que se
vivieron en la India tras el asesinato de Jyoti Singh. Y es preocupante porque
sí los he visto en la puerta de mi casa por todo tipo de causas. La falta de respeto por las mujeres sigue siendo
una asignatura pendiente en los países occidentales pero aparentemente es
una asignatura de segunda categoría, como demuestra que sólo
se hable de ello cuando llega el
día de la mujer. Es cierto que en Occidente existe una igualdad jurídica
que en la India no se había planteado hasta que el crimen contra Jyoti obligó a
elaborar un informe en el que subrayaba la necesidad de transformar un lenguaje
jurídico anclado en el pasado y modernizar las leyes sobre violencia sexual.
Pero eso no significa que en la práctica la hayamos alcanzado. Aquí el trabajo
este terminado. Sin ir más lejos, hay siete países de la Unión Europea que no
tipifican como delito la violación conyugal. ¿Podría ser ‘Discriminación
Silenciosa’ el título de una película de Albert Maysles? Podría, pero para él
ya es tarde. Para nosotros no y parece que ése es nuestro documental
pendiente.
No comments:
Post a Comment