[Artículo encargado por la revista Ctxt sobre la dimisión del periodista Peter Oborne tras denunciar los trapos sucios que unían al banco HSBC con el diario The Telegraph. Publicado en abril de 2015. Aquí el link al original]
La omertá es el código de honor siciliano
que rige el comportamiento de los miembros de la mafia y que impone una ley del
silencio sobre los delitos cometidos por ‘el gremio’. ¿En qué momento llegó la
omertá a los periódicos? Como a estas alturas ya es difícil ponerle fecha hablemos
de alguien que ayer rompió la ‘omertá periodística’ de forma explosiva y más
allá de los 140 caracteres con los que los reporteros creemos denunciar cosas de
periodistas en (el bar) de Twitter . Peter Oborne, el ácido corresponsal
político del diario conservador Daily Telegraph, ha dimitido y ha decidido
explicar el por qué en una larga carta que a partir de ahora deberían repartir
en todas las facultades de periodismo el primer día de clase. O insertarla en
los periódicos como primera entrega de un coleccionable sobre ética.
El lector avezado sabrá hacer la conexión
entre el ex periódico de Oborne y sus mímesis españolas en relación al diverso tratamiento
informativo recibido por los
paraísos fiscales (para ricos) creados por el brazo suizo de HSBC y denunciados
por otro ‘arrepentido’, Hervé Falciani.
“La cobertura sobre HSBC del Telegraph es un fraude para sus lectores.
Ha colocado lo que se percibe como los intereses de un gran banco internacional
por encima de su deber de informar. Sólo hay una palabra para describir esta
situación: terrible. [….] Necesitarías un microscopio para descubrir la
cobertura (de la lista Falciani) en el Telegraph: nada el lunes (a las pocas
horas de publicarse en primera página en periódicos de todo el planeta) , seis
breves párrafos al final de la página 2 el martes, siete párrafos ocultos en
las páginas de economía el miércoles. La cobertura del Telegraph sólo creció
cuando aparecieron alegaciones sobre los asuntos fiscales de personas
relacionadas con el partido laborista” dice en su carta.
Pero Oborne no se va porque su diario no
le haya dado la cobertura que se merece a este escándalo bancario. En realidad
él presentó su dimisión en diciembre. ¿Por qué? Aquí está la verdadera chicha
de la historia: un periodista con un cargo de responsabilidad y un sueldazo,
esa ave raris, decide irse porque ya no aguanta la degradación informativa del
medio para el que trabaja y no tolera que la frontera que antes separaba
información y publicidad se haya transformado en un puticlub de carretera. “Al
hundimiento de la calidad le ha acompañado un hecho aún más siniestro. Siempre
ha sido un axioma en el periodismo británico de calidad que el departamento de
publicidad y el editorial se hayan mantenido rigurosamente separados. Hay
muchas pruebas que indican que en el Telegraph esa separación ha desaparecido”
escribe.
Él aporta esas pruebas, muchas relacionadas
con la ‘mano-HSBC’ que mece la cuna de la información bancaria, incluidos los
azotes repartidos por la entidad contra (las cuentas) el Telegraph por unas
informaciones publicadas en 2012 sobre… ¡oh sorpresa, la lista Falciani! y tras
las que el HSBC retiró su publicidad del diario durante un año. Aquello debió
ser de infarto. La dirección obligó a los reporteros a destruir su incipiente investigación
sobre el tema Falciani, tres de las seis noticias publicadas desaparecieron de
la web y se puso en marcha la ‘operación censura sin disimulo’. Toda
información sobre blanqueo de capitales y HSBC fue barrida del diario, y eso
que el notición de que al
banco le iba a caer tremenda multa en Estados Unidos por pasarse con la
lejía planeaba ya en el resto de la prensa. Dio igual. Ni rastro del tema. La
prioridad era recuperar al HSBC como cliente publicitario y para eso la imagen
del banco debía aparecer impoluta. “La interferencia se producía a escala
industrial” en palabras de un ex ejecutivo del periódico citado en la carta. Tras
doce meses de ‘comportamiento ejemplar’ por parte del diario, HSBC acogía al
Telegraph como al hijo pródigo y le entregaba su premio: un nuevo contrato
publicitario.
Oborne también nombra a otros anunciantes
de peso favorecidos editorialmente, desde los supermercados Tesco al gobierno
chino. Además hace un exhaustivo recuento de los males que pueblan el
periodismo actual, desde la destrucción de las redacciones a la desaparición de
las corresponsalías, por no hablar de la cultura del click, que lleva a diarios
como el Telegraph, que alguna vez fue serio, a publicar en su web ‘noticias’
como la de la
señora con tres pechos sabiendo a priori que es falsa. “No digo que
conseguir tráfico online no sea importante pero a largo plazo, este tipo de
episodios infligen un daño incalculable a la reputación del periódico”. ¿Algún
periodista con neuronas le puede llevar la contraria?
Y aún hay quien ahora acusa al
reportero de naif en las redes sociales simplemente porque el Telegraph es
un medio de derechas y eso hace presuponer que sólo se debe a los intereses del
dinero. Naives somos el resto de periodistas, que hemos sido testigos de
atropellos similares en medios de todo color y no somos capaces de contárselo al
mundo en primera persona porque tenemos que comer. Nos limitamos a la charla de
bar entre nosotros y esperamos que ocurra un milagro y algo cambie. Pero el
único milagro reseñable es una carta como la de Oborne recordándonos la extrema
importancia de la relación entre prensa libre y democracia sana. Mientras, la
prensa continúa su inexorable decadencia en manos de “esos ejecutivos en la
sombra que en los últimos años determinan qué es y qué no es verdad”. Palabra
de Oborne.
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