Jun 19, 2015

OMERTÁ PERIODÍSTICA

[Artículo encargado por la revista Ctxt sobre la dimisión del periodista Peter Oborne tras denunciar los trapos sucios que unían al banco HSBC con el diario The Telegraph. Publicado en abril de 2015. Aquí el link al original]

La omertá es el código de honor siciliano que rige el comportamiento de los miembros de la mafia y que impone una ley del silencio sobre los delitos cometidos por ‘el gremio’. ¿En qué momento llegó la omertá a los periódicos? Como a estas alturas ya es difícil ponerle fecha hablemos de alguien que ayer rompió la ‘omertá periodística’ de forma explosiva y más allá de los 140 caracteres con los que los reporteros creemos denunciar cosas de periodistas en (el bar) de Twitter . Peter Oborne, el ácido corresponsal político del diario conservador Daily Telegraph, ha dimitido y ha decidido explicar el por qué en una larga carta que a partir de ahora deberían repartir en todas las facultades de periodismo el primer día de clase. O insertarla en los periódicos como primera entrega de un coleccionable sobre ética.

El lector avezado sabrá hacer la conexión entre el ex periódico de Oborne y sus mímesis españolas en relación al diverso tratamiento informativo recibido por los paraísos fiscales (para ricos) creados por el brazo suizo de HSBC y denunciados por otro ‘arrepentido’, Hervé Falciani.  “La cobertura sobre HSBC del Telegraph es un fraude para sus lectores. Ha colocado lo que se percibe como los intereses de un gran banco internacional por encima de su deber de informar. Sólo hay una palabra para describir esta situación: terrible. [….] Necesitarías un microscopio para descubrir la cobertura (de la lista Falciani) en el Telegraph: nada el lunes (a las pocas horas de publicarse en primera página en periódicos de todo el planeta) , seis breves párrafos al final de la página 2 el martes, siete párrafos ocultos en las páginas de economía el miércoles. La cobertura del Telegraph sólo creció cuando aparecieron alegaciones sobre los asuntos fiscales de personas relacionadas con el partido laborista” dice en su carta.


Pero Oborne no se va porque su diario no le haya dado la cobertura que se merece a este escándalo bancario. En realidad él presentó su dimisión en diciembre. ¿Por qué? Aquí está la verdadera chicha de la historia: un periodista con un cargo de responsabilidad y un sueldazo, esa ave raris, decide irse porque ya no aguanta la degradación informativa del medio para el que trabaja y no tolera que la frontera que antes separaba información y publicidad se haya transformado en un puticlub de carretera. “Al hundimiento de la calidad le ha acompañado un hecho aún más siniestro. Siempre ha sido un axioma en el periodismo británico de calidad que el departamento de publicidad y el editorial se hayan mantenido rigurosamente separados. Hay muchas pruebas que indican que en el Telegraph esa separación ha desaparecido” escribe.

Él aporta esas pruebas, muchas relacionadas con la ‘mano-HSBC’ que mece la cuna de la información bancaria, incluidos los azotes repartidos por la entidad contra (las cuentas) el Telegraph por unas informaciones publicadas en 2012 sobre… ¡oh sorpresa, la lista Falciani! y tras las que el HSBC retiró su publicidad del diario durante un año. Aquello debió ser de infarto. La dirección obligó a los reporteros a destruir su incipiente investigación sobre el tema Falciani, tres de las seis noticias publicadas desaparecieron de la web y se puso en marcha la ‘operación censura sin disimulo’. Toda información sobre blanqueo de capitales y HSBC fue barrida del diario, y eso que el notición de que al banco le iba a caer tremenda multa en Estados Unidos por pasarse con la lejía planeaba ya en el resto de la prensa. Dio igual. Ni rastro del tema. La prioridad era recuperar al HSBC como cliente publicitario y para eso la imagen del banco debía aparecer impoluta. “La interferencia se producía a escala industrial” en palabras de un ex ejecutivo del periódico citado en la carta. Tras doce meses de ‘comportamiento ejemplar’ por parte del diario, HSBC acogía al Telegraph como al hijo pródigo y le entregaba su premio: un nuevo contrato publicitario.

Oborne también nombra a otros anunciantes de peso favorecidos editorialmente, desde los supermercados Tesco al gobierno chino. Además hace un exhaustivo recuento de los males que pueblan el periodismo actual, desde la destrucción de las redacciones a la desaparición de las corresponsalías, por no hablar de la cultura del click, que lleva a diarios como el Telegraph, que alguna vez fue serio, a publicar en su web ‘noticias’ como la de la señora con tres pechos sabiendo a priori que es falsa. “No digo que conseguir tráfico online no sea importante pero a largo plazo, este tipo de episodios infligen un daño incalculable a la reputación del periódico”. ¿Algún periodista con neuronas le puede llevar la contraria?


Y aún hay quien ahora acusa al reportero de naif en las redes sociales simplemente porque el Telegraph es un medio de derechas y eso hace presuponer que sólo se debe a los intereses del dinero. Naives somos el resto de periodistas, que hemos sido testigos de atropellos similares en medios de todo color y no somos capaces de contárselo al mundo en primera persona porque tenemos que comer. Nos limitamos a la charla de bar entre nosotros y esperamos que ocurra un milagro y algo cambie. Pero el único milagro reseñable es una carta como la de Oborne recordándonos la extrema importancia de la relación entre prensa libre y democracia sana. Mientras, la prensa continúa su inexorable decadencia en manos de “esos ejecutivos en la sombra que en los últimos años determinan qué es y qué no es verdad”. Palabra de Oborne.

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