Jun 19, 2015

LECCIONES DE 'PENEDISMO'

[Dentro de la serie Cosmópolis de la revista Ctxt publico semanalmente una columna de opinión. Aquí reproduzco la del 13 abril 2015. El link a la original aquí]

Era un breve sepultado entre las noticias internacionales del periódico. “Primer trasplante de pene realizado con éxito en Sudáfrica”. Un tema menor se diría a juzgar por el espacio que le dedicaba el sábado The Guardian en su edición de papel, donde se vuelca, según algunos entendidos en periodismo, sólo lo importante. Si los hombres no se pasaran su adolescencia midiéndosela en el cuarto de baño y alardeando de tamaño entre ellos, y su madurez llorando por las esquinas ante la disfunción eréctil y consumiendo viagra como aspirinas, yo entendería perfectamente las escasas diez líneas dedicadas al tema pero, no nos engañemos, en este mundo el pene es dios, ¿cómo es posible que esa noticia fuera sólo un breve?

Cada trasplante de algo –manos, cara, brazo- se celebra en las páginas de ciencia de la prensa con exhaustivos detalles así que aquí debería haber ocurrido lo mismo ¿no? En ese periódico se dedicaba una página entera al look que define la nueva masculinidad de los egipcios.
Sin duda una noticia de mucha trascendencia en Gran Bretaña. En su web, no obstante, sí estaba lo del pene, (en la sección de internacional) aunque sin la fanfarria y la visibilidad que acompaña a otras noticias de trasplantes. Como si el tema le importara poco al lector medio, habituado desde joven a convivir con un órgano cuya presencia mental tiene un tamaño (perdón) mucho mayor que su realidad física. O como si habitualmente el sexo fuera ajeno a los diarios o las noticias relacionadas con él no fueran las que más clicks generan.


Desde que vi el clásico Eyes without a face de Georges Franju suelo devorar la información sobre trasplantes. Me parece fascinante que el hombre haya llegado ya a ocupar con su instrumental quirúrgico ese espacio hasta ahora habitado sólo por la ciencia ficción y el miedo. Por eso, tras toda una vida aguantando una cultura donde hay sobredosis de hombría fálica, me sorprendió que se hablara en susurros de este trasplante. Como si por tratarse de un pene no fuera un hito de la ciencia. Sudáfrica fue además el primer país en el que se realizó un trasplante de corazón así que no estamos hablando de principiantes buscando atención mediática.

Buceé en otros medios. En la BBC, escondido entre las noticias dedicadas a África (!!!), no a la salud, encontré un vídeo de apenas un minuto. Claro, es un asunto intrascendental para el consumidor de información online, que por cierto, también es mayoritariamente masculino. Porque, ¿qué le interesa realmente al hombre?

Aquel ‘ataque terrorista’ perpetrado por Lorena Bobbit contra su marido allá por 1993 sí fue noticia con mayúsculas. Miles de páginas si juntáramos las hemerotecas de todo el globo. Claro, me diréis, no todos los días una mujer le rebana el miembro a su marido, lo tira por la ventanilla del coche, luego se arrepiente, llama a los servicios de emergencias para rescatarlo (el pene) y les pide a los médicos que se lo reimplanten a su víctima, algo que dos cirujanos de altura consiguieron con éxito. Lo dice esa ley del periodismo sobre qué es noticia: que un perro muerda a un hombre no lo es, que el hombre muerda al perro sí. En este caso, Lorena Bobbit se convirtió en LA noticia al transformarse, cuchillo en mano, en la pesadilla imaginaria de los hombres de todo el planeta. No iba a dar titulares que John Bobbit fuera un violador y un maltratador. De tipos como él está el mundo lleno.

Como no entendía por qué este asunto del trasplante parecía tener tan poco peso en la prensa británica busqué más. Casi todos los diarios reproducían la noticia online pero se la ventilaban brevemente, hasta que encontré, también en la BBC, otra información en la que se hablaba en plata. “Si no tienes un pene, estás esencialmente muerto. Si les das un pene, les devuelves a la vida”. 
Por fin alguien sincero.

Eran las palabras del médico Andre Van Der Merwe, uno de los cirujanos de la operación, quien explicaba que su paciente perdió su miembro hace tres años durante una circuncisión practicada según rituales tradicionales que acabó mal: infección y amputación. Al parecer al menos 250 jóvenes pierden anualmente en Sudáfrica su órgano sexual en ceremonias así. “Nuestro país necesita el trasplante de pene más que ningún otro” anunció Der Merwe en referencia a esos jóvenes. Ya tiene nueve en lista de espera. El médico, que explicaba que después de tres meses su paciente ya conseguía tener erecciones, orinar y hasta eyacular sin problemas, confesaba que pese a las nueve horas de operación y la dificultad de conectar vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas casi microscópicas, el desafío fue encontrar un donante.

Obvio, ¿qué hombre permitiría que otro hombre andara por ahí con SU miembro en la entrepierna, incluso después de muerto? Y viceversa ¿es posible adoptar un miembro ajeno y utilizarlo como si nada? En 2006 un chino se convirtió en el primer hombre que recibió un pene de otro (sección Ciencia, The Guardian) pero al cabo de dos semanas solicitó que se lo llevaran como el que rechaza una cena fría: ni él ni su mujer aguantaron la presión psicológica de ver algo ahí que no sentían suyo, prefirieron el vacío. El sudafricano, en cambio, parece contento, según le ha dicho a su médico. Su novia también.

Lo que yo no esperaba leer es que los familiares de su donante accedieron a entregar el miembro de su hijo sólo cuando los médicos les aseguraron que podían construir uno falso con la piel del abdomen del cadáver y así enterrarle ‘completo’. “La familia es mucho más feliz enviándolo a la tumba con algo que se parezca a un pene” explicó el médico.

¿De verdad que esta noticia no desata la curiosidad masculina? “Mira, han hecho el primer trasplante de pene con éxito de la historia”. Silencio. “Lo que más les costó fue encontrar donante”. Más silencio. Mi interlocutor, hombre, ni me mira. “Por lo visto lo intentaron antes pero hubo rechazo por motivos psicológicos”. “Cállate. No me interesa el tema”. “Pero…”. “Calla, calla” me pide, con aire de desasosiego. Me quedo pasmada. Igual estoy equivocada y a los hombres no les interesa el tema. ¿Les da mal rollo imaginárselo? ¿Será una cuestión de pudor? ¿O es que les resulta humillante, como a la familia que enarboló el “no sin el miembro” antes de enterrar? ¿O yo estoy viendo una conspiración judeo-masónica donde sólo hay una noticia que apareció un viernes por la tarde cuando las redacciones ya tenían preparadas sus ediciones de fin de semana y por eso nadie le dio mucho bombo? Ni siquiera el tabloide Daily Mail, que disfruta con todo tipo de noticias que contengan conexiones sexuales, le ha prestado al tema la atención que uno esperaría de ellos. Ni sus lectores.

Por curiosidad me paseo por las webs españolas. En El País ni rastro de la información, aunque, paradójicamente, la más leída del periódico el domingo es “Sin pastillas: 6 remedios para la disfunción eréctil”. En El Confidencial tampoco está. En El Mundo sí y hasta se han currado unas ilustraciones explicando el cómo se hizo, igual que en ABC. Y en El diario.es también se puede leer, aunque el domingo nadie la había compartido aún en redes sociales. ¿Quizás compartir la palabra ‘pene’ resulta políticamente incorrecto? Además, firmada en Nairobi, está mal traducida del original y confunde el órgano implantado en el muerto con el implantado en el vivo.

No obstante la prueba de que no estoy equivocada me llega a través de los medios latinoamericanos, un continente donde el machismo es rampante y por consiguiente, el pene es tratado con el respeto que se merece. En Panamá, México, Chile, Perú, Colombia, Argentina y por supuesto en los medios hispanos estadounidenses, se recoge y se comenta intensamente la información,  y las redes sociales se llenan de bromas al respecto. Pero la CNN México es la que sin duda ha entendido la trascendencia del asunto: en medio del texto hay un link a otro artículo: “¿Cuál es el tamaño normal del pene? Un nuevo estudio lo responde”. Ellos sí saben lo que realmente le interesa a su público. Sin falsos pudores.


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